Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es9.133**) Don Bosco contemplaba esta dolorosa escena, gritaba y advertía a los muchachos que fuesen prudentes, pero todo era inútil. El torrente estaba sembrado de cuerpos que, precipitándose de catarata en catarata, terminaban por estrellarse contra una roca que se alzaba en un recodo del ((**It9.134**)) río, donde el agua era más profunda, y ahí desaparecían tragados por un remolino. Abyssus abyssum invocat. (Un abismo llama a otro abismo). . íCuántos pobres hijos míos, que escuchan ahora la lectura de mi carta, se encuentran sumergidos en el agua con peligro de perderse para siempre! Pero >>cómo jóvenes tan listos, tan alegres, tan valientes y decididos al saltar, fracasaban en su intento? Porque al hacerlo tenían detrás algún compañero mal intencionado que les echaba la zancadilla o les tiraba de la ropa, o, les daba un empujón con lo que, al perder el ímpetu, fallaban el salto. Y esos pobres desgraciados, pocos afortunadamente, que hacen el oficio del diablo y buscan la ruina de sus compañeros, también están escuchando en estos momentos la lectura de mi carta. Les diré a éstos las mismas palabras de don Bosco: >>Por qué buscáis encender con vuestras malas conversaciones en el corazón de vuestros compañeros la llama de las pasiones que después los han de consumir eternamente? >>Por qué enseñáis el mal a algunos que a lo mejor son todavía inocentes? >>Por qué con vuestras burlas y con ciertos pactos hechos entre vosotros os apartáis de los santos Sacramentos negándoos a escuchar las palabras de quienes os quieren poner en el camino de la salvación? Lo único que conseguiréis es la maldición de Dios. Recordad las amenazas fulminadas por Jesucristo que tantas veces os he recordado. Mis queridos hijos, escuchad: también vosotros, los que sois causa del mal de los demás, sois mis queridos amigos. Incluso os aseguro que tenéis en mi corazón un puesto de preferencia, porque sois los más necesitados de ello. Dejad el pecado, salvad vuestra alma. Si yo supiera que uno de vosotros llegaría a perderse, no encontraría un momento de paz en todo el resto de mi vida. Pues mi único pensamiento es vuestra salvación, como el único afecto de mi corazón y el afán exclusivo de mis días, hacer de vosotros buenos cristianos. Ayudaros a ganar el Paraíso. Tengo la seguridad de que me escucharéis, >>no es cierto? No es necesario que os explique el sueño. Ya lo habéis entendido. La orilla sobre la cual se encuentra don Bosco es la vida perdurable. La orilla opuesta la eternidad, el paraíso. El agua del torrente que envuelve y causa la muerte a los jóvenes, es el pecado que conduce al infierno. Don Bosco, pues, al contemplar semejante espectáculo, vencido por la angustia, gesticuló, gritó y, al fin, se despertó pensando para sí: -íOh! si pudiera avisar a algunos a los cuales conocí, ícuán de buena gana lo haría!, pero mañana tengo que marchar. Y diciendo estas palabras se volvió a dormir. Y le pareció encontrarse en un gran prado donde estabais todos vosotros, entretenidos en jugar y saltar; pero íqué horrible espectáculo! Por el mismo prado andaban y corrían animales feroces de toda clase, leones de ojos encendidos como brasas, tigres que afilaban sus garras en el suelo, lobos que rondaban taimados alrededor de los grupos de jóvenes, osos de aspecto repugnante que, sentados sobre las patas traseras, abrían las delanteras para abrazarlos. íQué terrible compañía la vuestra! Más aún. íQué inicuo proceder el de aquellos animales! ((**It9.135**)) Aquellas alimañas se arrojaban sobre vosotros furiosamente. Algunos estabais (**Es9.133**))
<Anterior: 9. 132><Siguiente: 9. 134>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com