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((**Es8.83**) y le hicieron salir de la pequeña estancia, sin reflexionar en el agravio que hacían a su superior; lo llevaron al comedor, compadeciéndole y declarando estar dispuestos a apoyarle con todas sus fuerzas. Lo tuvieron a su lado durante el resto del día, con admiración por parte de la Comunidad. El corazón velaba la razón. Durante la cena, estos profesores que, por otros motivos, se las tenían tiesas con el ecónomo, empezaron a criticar en alta voz su comportamiento en aquella circunstancia, por haber castigado a un inocente sin escuchar sus razones. Se inflamaban los ánimos y no se medían las palabras. Don Bosco callaba y, después de las oraciones de la noche, anunció que a la mañana siguiente el joven Agostino saldría para su pueblo. Aquello cayó como la descarga de un rayo. Los muchachos se retiraron a sus dormitorios y solamente se quedó en los ((**It8.83**)) patios un grupito de profesores y, entre ellos, los que se habían puesto en contra del ecónomo y que criticaban la severa disposición del Superior. Murmuraron un rato, hasta que un coadjutor, jefe de taller, exclamó con inconsiderable violencia: -íVaya uno de nosotros a don Bosco y dígale francamente que si a ese muchacho no se le perdona, nosotros abandonaremos el Oratorio! -No llevemos las cosas tan lejos, exclamó el director de estudios, al oír esta amenaza; subo yo a ver a don Bosco y espero que las cosas se arreglarán. Y así lo hizo. Eran las diez y media y estaba don Bosco todavía trabajando en su mesa. Le expuso el descontento de algunos hermanos y abogó por un perdón inmediato. Don Bosco le respondió: -La falta es cierta; la intención no la juzga más que Dios. Por otra parte, el lanzamiento del troncho de col constituye por sí mismo una infracción del reglamento, porque en aquel momento se había ordenado silencio y porque en las actuales circunstancias semejante acto podía ser causa de graves desórdenes, después de los repetidos avisos. Sin embargo, y pese a la gravedad del caso, yo habría sabido encontrar remedio para salvar al muchacho que en realidad es bueno; pero vosotros, al tomar su defensa, me habéis puesto en la imposibilidad de volverme atrás. Los clérigos y los muchachos saben que vosotros os habéis puesto en contra de don Angel Savio y yo no permitiré nunca que la autoridad sea obligada a sufrir semejantes presiones. Hacia las once y cuarto volvía el director de estudios a sus compañeros, que le esperaban con ansiedad, y les dijo:(**Es8.83**))
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