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((**Es8.801**) maliciosas, con las curiosidades peligrosas, con ciertas lecturas. Guardad, por tanto, las ventanas, cerradlas bien. El pecado, el demonio, no entra solamente por las ventanas sino también por las rendijas, por los agujeros, por las cerraduras; probad, pues, de cerrar vuestros oídos a las palabras deshonestas, a las malas conversaciones. Cerrad también la boca, porque el demonio entra por ella con las malas palabras y blasfemias, con las conversaciones inmorales, con las murmuraciones y la gula. En suma, si no vigilamos, el demonio entra en nosotros por los cinco sentidos... >>Queréis, pues, ir adelante en la sabiduría, seguir felizmente en la carrera de vuestros estudios, aprender bien vuestro oficio? Arrojad al demonio de vuestro corazón, tenedlo siempre lejos de vosotros y el Señor os ayudará. Cuanto más cuidado pongáis en tener lejos de vosotros el pecado, tanto mayor será el provecho que sacaréis de vuestros estudios y de vuestra profesión. Buenas noches. Al ver la tranquilidad con que el Siervo de Dios hablaba a sus alumnos, nadie hubiera creído que en aquel mismo día estuviese preocupado por otra razón. El Arzobispo monseñor Riccardi, opinando que don Bosco encomendaba a sus clérigos la función de enseñar y la asistencia ((**It8.944**)) antes de que fueran capaces para ello, o daba los primeros cargos en los colegios a los recién ordenados sacerdotes, no aprobaba la disciplina y el espíritu del Oratorio por parecerle poco eclesiástico, y no veía con buenos ojos los estudios que allí se hacían, persuadido de que se preparaban sacerdotes y clérigos con poca instrucción. <>. Sin embargo, el Arzobispo había dispuesto que, antes de las sagradas ordenaciones, todos los clérigos de la diócesis, que gozaban de licencia para vivir fuera del Seminario, debían entrar y permanecer en él al menos un año, para prepararse con el estudio y la piedad a recibirlas dignamente; y quería aplicar también la misma norma a los de don Bosco, con la esperanza de que, una vez ordenados sacerdotes, se pasaran a la Archidiócesis. La naciente Sociedad Salesiana tenía entonces simplemente la alabanza de Roma, y como los clérigos de don Bosco se ordenaban en las mismas condiciones que los clérigos seculares, contaba el Arzobispo poder servirse de ellos para las necesidades de la Diócesis, tanto más que esta necesidad, dada la escasez del clero, era muy (**Es8.801**))
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