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((**Es8.787**) Mañana, pues, como flor, recite cada uno los siete gozos de la Virgen. Los más fervorosos hagan por rezarlos durante toda la novena y también durante toda la vida. El que no quiere practicar esta devoción practique cualquiera otra. Así seréis consolados por la Virgen en la vida y en la muerte. La misma Crónica nos da la primera noticia de otra importante iniciativa de don Bosco. <<3 de septiembre, martes: -Don Bosco, entristecido al ver el inmenso mal que se iba haciendo, especialmente entre los jóvenes estudiantes, con la lectura de libros malos, concibió el proyecto de formar una colección de libros buenos y clásicos, imprimiendo uno cada mes expurgando algunos y dando solamente fragmentos escogidos de otros; y hoy mismo fue a visitar al profesor don Mateo Picco, persona piadosa y muy conocedora de los jóvenes y los libros, para madurar con él dicho proyecto. >>Ya anteriormente, y antes que con ningún otro, había hablado con el Arzobispo de Turín sobre esta biblioteca o colección de clásicos italianos y de la finalidad de la misma>>. Aquella misma noche hablaba así a los muchachos: Me gustaría que nosotros fuéramos comerciantes, pero comerciantes de al mas; no de esos comerciantes que van de acá para allá a vender sus mercancías, sino de forma que buscáramos comprar la salvación de nuestra alma a toda costa. Me gustaría que fuerais sencillos como palomas, pero astutos como serpientes. >>Sabéis lo que hace la serpiente cuando es perseguida y no puede huir? Se enrosca y pone la cabeza entre las espirales, diciendo: -Haced lo que queráis, con tal de que me dejéis a salvo la cabeza. Así nosotros hemos de huir de las ocasiones, y cuando no se pudiese escapar de otra manera, meter también nosotros en el centro de todo pensamiento y acción la salvación de nuestra alma, dispuestos a sacrificar el honor, los bienes, la misma vida, con tal de salvar el alma. Si se pierde el alma esta todo perdido; al contrario, si se salva el alma, se ha salvado todo. íAh, si nosotros estuviéramos verdaderamente resueltos a no querer más que la salvación del alma, el demonio se vería obligado a estar lejos de nosotros! ((**It8.928**)) Enrique VIII pidió varias veces al Papa Clemente VII, por carta y a través de embajadores, un favor contra la Ley de Dios. El Papa respondió siempre que no podía; pero, presionado por las instancias del Rey de Inglaterra, por los embajadores que continuamente llegaban, por las promesas del Rey que prometía paz y felicidad para la Iglesia si se le concedían sus deseos, acabó por responder cortésmente a los legados: -Decid a vuestro Rey que siento no tener dos almas para concederle lo que me pide y mandar una al infierno salvando la otra; pero no tengo más que una y, perdida ésta, todo está perdido. (**Es8.787**))
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