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((**Es8.784**) in coelo: et veni, sequere me (Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo: luego ven y sígueme); volvió a casa, vendió todos sus bienes; dio a los parientes una parte del dinero obtenido, distribuyó la otra a los pobres y se fue al desierto para salvar su alma, despidiéndose para siempre del mundo. >>-íVerdaderamente éste fue un hombre bueno pues abandonó su casa para ir a vivir al desierto!, exclamó un oficial. >>-íQué lástima! íHacerse monje un joven con tan bellas cualidades!, replicó el otro. >>Cerraron el libro, lo dejaron sobre la mesa, pero vencidos por la curiosidad, lo volvieron a tomar, abriéronlo de nuevo, y leyeron la plática que san Antonio hizo a sus monjes para animarles a perseverar en la vida solitaria lejos de los peligros del mundo. Leíase: >>-El Señor da el ciento por uno, aun en esta vida, a quien deja todo para honrarle y darle gloria a él; y después, la felicidad eterna en la otra. El mundo es un traidor que nunca nos podrá llenar. Aun cuando nos diese todo lo que promete: >>hasta cuándo lo podremos gozar? íSólo un instante! íY después tendremos que dejarlo todo igualmente y sin mérito! ((**It8.924**)) >>El Señor se había apoderado de los corazones de los dos oficiales. Miráronse conmovidos cara a cara, y exclamó uno: >>-íEs verdad! íHemos recibido ya los cargos que nuestro Emperador nos prometió! Y, dado que los hemos obtenido: >>hasta cuándo los gozaremos? íEl Emperador puede despedirnos de su servicio cuando le plazca! >>Y empezaron a comparar su vida agitada, llena de remordimientos, de envidias, de miedos, con la paz y la tranquilidad de aquellos buenos siervos de Dios apoyada en la esperanza cierta de la vida eterna. >>-íEa!, dijo uno de ellos al otro: ve al Emperador y dile que yo me he entregado al Señor y que quiero hacer vida eremítica para ganarme el paraíso. >>-íCómo! >>El paraíso para ti, y para mí la tierra? No, no; volvemos los dos al siglo o nos quedamos aquí los dos. >>Estaban decicidos. Quitáronse las armas y las preciosas vestiduras y se pusieron el sayal de los monjes y empezaron a observar escrupulosamente las reglas de aquel cenobio, con el escaso alimento de hierbas del campo, durmiendo sobre la paja, levantándose a rezar de noche. Y trabajando continuamente. Perseveraron y se hicieron santos. (**Es8.784**))
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