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((**Es8.737**) a fin de que Dios le conceda salud y gracia para resistir las graves borrascas, tal vez no lejanas, que Dios permite que los enemigos del bien levanten contra la Religión. Es la última prueba; luego vendrá el triunfo. Es el momento de unirnos todos en un solo corazón y en una sola alma para rogar a Jesús Sacramentado y a María Santísima Inmaculada, que son las dos áncoras de salvación en la inmediata tempestad. En nombre de todos los que he nombrado me postro a los pies de V. S. para pedir su santa y apostólica Bendición, mientras con la más profunda gratitud y con la mayor veneración considero el más feliz momento de mi vida cuando puedo profesarme. De V. S. Turín, 27 de junio de 1867 Humilde, agradecido y afectísimo hijo JUAN BOSCO, Pbro. Después veremos cuáles eran las inminentes espinas, la borrasca, la última prueba, y finalmente, los espléndidos triunfos que la divina Providencia reservaba a Pío IX. Don Juan Cagliero hizo durante aquellos días muchas visitas en nombre de don Bosco y fue testigo de la veneración en que le tenían no solamente los señores romanos, sino también muchos prelados. El cardenal Patrizi, el cardenal Bilio, el cardenal Caterini, y otros insistían en que los recordase al Siervo de Dios, el cual, estaban seguros, rogaría por ellos. (**Es8.737**))
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