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((**Es8.706**) Pasado mañana vendrá monseñor Galletti a decirnos la misa: es persona tenida por santa en nuestros pueblos. Procuremos que no se lleve mala impresión. Después de la misa dirá unas palabras. 12 de junio Estaba don Bosco en el comedor, rodeado de muchachos, y les dijo: -Ayer vino una madre de familia a ofrecer cien liras, prometidas por la curación de su hijo. Hace unos días se había presentado con este hijo suyo para que yo se lo bendijera. Y le dí la bendición, y luego le encomendé que hiciese una novena a María Auxiliadora. Apenas volvió a casa, según me contó su madre, el muchacho pidió de comer. Estaba tuberculoso desde hacía cinco o seis meses y tenía una tos tal que no podía ni tomar la sopa. A partir de aquel día comenzó a comer con apetito, se calmó la tos y ahora se encuentra en perfecta salud. Dijo también por la noche a toda la comunidad, después de las oraciones: -Os dejaré un pensamiento, una máxima. No miréis las cosas del mundo con anteojos de grueso calibre, sino a ojo descubierto, porque los anteojos agrandan de tal modo las cosas que un granito de arena parece una montaña. Todas las cosas del mundo juntas son nada. Así lo dijo Salomón, después de haber gozado todos los placeres posibles: todo es vanidad y aflicción de espíritu. Y además mirad: las cosas del mundo hemos de dejarlas. Si las dejamos ahora, el Señor ((**It8.832**)) nos recompensará; si no queremos dejarlas ahora, igualmente tendremos que dejarlas al morir, pero sin mérito. Mañana estará con nosotros monseñor Galletti, el nuevo Obispo de Alba. Procurad portaros bien, porque es un santo. Tomad buena nota de lo que él os dirá. El jueves, 13 de junio, era por tanto esperado en el Oratorio monseñor Eugenio Galletti, Obispo de Alba. Acudieron para asistir a su misa muchas personas ilustres, penitentes suyas, que, tristes por tener que perderlo pronto, buscaban ansiosamente atesorar sus últimas palabras. El, fervoroso predicador, muy versado en ciencias sagradas, totalmente entregado a obras de humilde caridad, hasta esconderse en el maravilloso Hospital del Cottolengo, ignorado hacía muchos años por el mundo pero notus coram Domino (conocido ante el Señor) había dirigido, instruido, y guiado santamente por el camino de la virtud a las diversas familias de aquella institución a él encomendada. Y ahora, antes de partir hacia Roma, el nuevo Prelado se dignaba visitar el Oratorio de San Francisco de Sales y a su amigo don Bosco. Fue recibido por el clero a la puerta de la iglesia. Tenía el aspecto de un santo, muy recogido, con las manos juntas, la cabeza inclinada, los ojos bajos, el andar modesto. Inspiraba aire de recogimiento, de meditación, de mansedumbre. (**Es8.706**))
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