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((**Es8.688**) SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES Esta Sociedad se compone de sacerdotes, clérigos y laicos, los cuales buscan la propia salvación con el ejercicio de la caridad con el prójimo: 1.° Dando instrucción religiosa a los muchachos más pobres y en peligro, sobre todo en los días festivos, como se hace en los Oratorios de San José, de San Luis y de San Francisco de Sales. 2.° Proporcionando a los más abandonados alojamiento, alimento y el aprendizaje de un oficio, a fin de que con el tiempo puedan ganarse el pan con el trabajo de sus propias manos. También se les recibe para estudiar gratuitamente o con pensiones muy módicas, con tal de que manifiesten conducta eminentemente buena, que es como decir, que den probabilidad de inclinarse al estado eclesiástico, como se hace en la casa del Oratorio de San Francisco de Sales, de San Felipe Neri en Lanzo y de San Carlos en Mirabello, donde reciben instrucción religiosa y científica casi mil doscientos muchachos. 3.° Organizando ejercicios, novenas y catequesis, en aquellos lugares donde, por carencia de medios materiales, falta la predicación. A esta parte va unida la solicitud de propagar buenos libros por todos los medios que el Superior Eclesiástico quiera sugerir. Para conservar la unidad de espíritu y disciplina en esta clase del sagrado ministerio es indispensable una sociedad de personas que con la guía de la Autoridad Eclesiástica estudien y se transmitan una a otra aquellas normas de prudencia y de caridad que generalmente sólo se pueden aprender con la práctica. ORIGENES DE ESTA SOCIEDAD Esta sociedad, aunque limitada a unos cuantos eclesiásticos, comenzó en el año 1841 a reunir muchachos pobres en los días festivos. Monseñor Fransoni fue guía constante y consejero de cuanto se hacía. Después de haber concedido diversas facultades para la administración de los sacramentos y la predicación, aconsejaba a don Bosco en el año 1846 que estudiase el modo de regular la existencia de la administración ((**It8.810**)) de los Oratorios con una congregación de individuos que vivieran en sociedad y bajo unas reglas fijas para ellos y para los Oratorios. El año 1852 el mismo Arzobispo aprobaba por medio de su Vicario General el reglamento de los Oratorios y constituía jefe al sacerdote Juan Bosco con las facultades necesarias y oportunas para estas instituciones. Pero insistía siempre en que se preparase un reglamento escrito para los eclesiásticos ya unidos en una especie de sociedad, como la que se vive al presente. Se escribió el reglamento; pero los tiempos impidieron que se pudiera llegar a una aprobación normal. El año 1858 me aconsejó el mismo Arzobispo que fuera a Roma a tratar el asunto personalmente con el Sumo Pontífice. El Santo Padre trazó un plan de sociedad religiosa, de modo que los miembros fueran verdaderos religiosos de cara a la Iglesia, pero que cada uno fuese un ciudadano libre ante las autoridades civiles. Yo procuré desarrollar los pensamientos del Santo Padre e hice la división por capítulos y artículos que forman el actual reglamento. Este se practicó durante seis años. El año 1864 se hizo llegar a la Congregación de Obispos y Regulares un memorial con las constituciones y las cartas comendaticias del Ordinario de esta Archidiócesis, del Obispo de Cúneo, de feliz memoria, y de los de Mondoví, Acqui, Casale y Susa. (**Es8.688**))
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