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((**Es8.615**) espantado los brazos para gritar ((**It8.724**)) metiendo las manos en el agua bendita y el demonio, asustado a su vez, no se atreve a acercársele. El agua bendita, mis queridos jóvenes, sirve para alejar las tentaciones, y lo dice el proverbio refiriéndose a quien huye rápidamente: huye como el demonio del agua bendita. Así, pues, en las tentaciones y especialmente al entrar en la iglesia, haced bien la señal de la cruz porque allí os espera el demonio para haceros perder el fruto de la oración. La señal de la cruz aleja al demonio por un momento: pero la señal de la cruz con el agua bendita lo aleja por mucho más tiempo. Un día estaba tentada santa Teresa. A cada asalto hacía ella la señal de la cruz y la tentación cesaba, pero a los pocos minutos volvía el asalto. Finalmente cansóse la Santa de luchar, se roció con agua bendita y el demonio tuvo que salir rabo entre piernas. Al acercarse la fiesta de san José la Unidad Católica del martes, día 12 de marzo de 1867, publicaba la siguiente comunicación: << Vida de San José, entresacada de los más acreditados autores, con la novena en preparación a su fiesta. -Tipografía del Oratorio de San Francisco de Sales en Turín. -Este precioso librito presenta a los cristianos bellos conocimientos de la vida de un santo querido por todos por mil razones, y hace su devoción más amplia y fácil. Todos pueden gastar veinticinco céntimos y con tan poca cosa aprender y conocer al más valioso protector, después de María, ante nuestro Redentor Jesucristo. El haber salido esta obrita en las Lecturas Católicas de Turín, redactadas por el sacerdote Juan Bosco, es garantía más que suficiente de la bondad de la obra y del fruto que podrá sacar de ella quien la leyere>>. Mientras tanto había comenzado la catequesis cuaresmal el día 11 de marzo. Recordamos aquí cómo ya en otras ocasiones hemos visto al joven Agustín Richelmy, estudiante de liceo, en nuestros Oratorios festivos, rodeado de un numeroso grupo de muchachos obreros y pobres a quienes enseñaba magistralmente el catecismo. Su llegada se notaba en el cepillo de las limosnas para el Oratorio, donde siempre dejaba una abundante. Con frecuencia explicaba el destino de la misma: -Deseo que el domingo se den castañas a todos los muchachos que vengan. Ahí va el importe. Era el uso que hacía del dinero que sus padres le daban para sus gastos, y ya desde entonces, su mayor placer era atraer a la juventud de Turín para que asistiese a los Oratorios. ((**It8.725**)) Agustín Richelmy era ejemplar por su virtud y por su talento. Sobresalía en los estudios, durante los cursos de bachillerato y liceo, terminados los cuales, se decidió a seguir la carrera eclesiástica. Pero antes de vestir la sotana quiso consultarlo con quien mejor que nadie podía hacerle conocer la voluntad de Dios. Y sabemos (**Es8.615**))
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