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((**Es8.613**) Desde el primer momento de su llegada a Turín, en medio de todos sus pensamientos tenía también presentes a los alumnos del colegio de Lanzo, quienes, estando él en Roma, le habían escrito una carta llena de afectuosos saludos y firmada por todos; y aún no habían recibido respuesta. Por eso había encargado al Director, llegado a Turín para las fiestas de San Francisco de Sales y la conferencia, que volviera lo antes posible a sus muchachos para comunicarles los sentimientos que él había expresado a los del Oratorio, sugiriendo lo que además quería les fuera dicho. Y el Director hablaba así en Lanzo la noche del 4 de marzo. Queridos hijos míos: voy a cumplir esta noche el encargo que don Bosco me ha dado de hablaros en su nombre. íOs ha nombrado con mucho amor! Me dijo que os tenía siempre presentes en la memoria, siempre esculpidos en el corazón; que en sus oraciones ocupabais el primer lugar, que mientras celebraba la santa misa, en el momento de la elevación decía siempre a Jesús que os bendijese y que un solo sentimiento le dominaba: volver a estar entre vosotros, gozar de vuestra compañía, y regocijarse con vuestra alegría. Sois sus hijitos >>y no queréis que os ame? Cuando entraba en los dorados salones de los príncipes ((**It8.722**)) en medio de lo más florido de la nobleza romana, la conversación caía sobre vosotros que sois su corona y su gloria. Si se entretenía en las galerías del Vaticano con cardenales y con otros prelados, era su satisfacción hablar de vuestra piedad, de vuestra compostura en la iglesia y de la frecuencia con que recibís los sacramentos. Mandaba llamarle el Santo Padre y encontraba consuelo hablando de vosotros y oyendo que sois buenos cristianos y verdaderos hijos de la Iglesia. Don Bosco visitaba también otros colegios y gozaba al escuchar los aplausos de aquellos muchachos, porque en sus rostros le parecía ver los vuestros y al oír sus voces le parecía oír las vuestras. Don Bosco me dijo también que algunas veces había venido a visitaros en espíritu, a pasear por vuestras galerías, a dar vueltas por vuestros dormitorios, para observar vuestra conducta y que, cuando venga, os dirá algo a este respecto. Ahora que ha regresado de Roma, íno creáis que ha vuelto con las manos vacías, no! Ha traído un bonito regalo para todos; una medalla y tal vez un rosario para cada uno, bendecidos por el Papa y como recuerdo de su viaje a Roma. Más aún, cuando venga a visitaros dará a cada uno una hojita en la que están impresos los favores, las indulgencias y las bendiciones que el Santo Padre os concede. Con todo esto podéis comprender cuánto os quiere don Bosco. Ha sentido de veras no haber respondido a vuestra carta, que tanto le agradó. La leyó muy complacido. Había encargado a don Juan Bautista Francesia que os contestase en su nombre, pero éste, distraído con sus muchas ocupaciones, se olvidó; escribió a Turín, a Mirabello, pero se olvidó de Lanzo. Don Bosco desea reparar este fallo y os escribirá él mismo. No quiere que sean olvidados sus amados hijos de Lanzo. >>Estáis contentos así? >>Y sabéis por qué don Bosco os quiere tanto? Amigos míos, tenéis una alma redimida con la sangre de Jesucristo, estáis destinados a ser príncipes en el Paraíso y un día, si lo merecéis, habitaréis con los ángeles, en compañía de la bienaventurada Virgen María. Animo, pues. Amad a don Bosco y amad vuestra alma. (**Es8.613**))
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