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((**Es8.595**) Esta mi carta debería haberle llegado el lunes por la mañana, porque la empecé el sábado muy temprano, pero ayer a las once y media estaba todavía con ella, sin poder acabarla, a pesar de que durante el día tomé varias veces la pluma, mas sin ningún resultado... Pese a todas las invitaciones y cortesías, don Bosco saldrá de Roma el lunes (25) siguiendo el itinerario que le marqué en la anterior. Desde Bolonia telegrafiaré para decir la hora de nuestra llegada a Turín. La ansiedad de nuestros muchachos por don Bosco se siente también aquí por los romanos, muchos ((**It8.700**)) de los cuales, casi diría que meten prisas a don Bosco para que venga a consolarles. En casa de los Vitelleschi me conmovió la despedida que hizo don Bosco el sábado por la tarde. La señora María no podía separarse de él y, tras varias pruebas de su afecto, lloraba al pensar que su casa no volvería a ser alegrada con la presencia de un santo. Así decía ella. Le obligó a tocar distintos objetos y, luego, todos de rodillas con su cuñado el señor Arzobispo, recibieron su santa. bendición. Después quiso don Bosco recibir la de Monseñor y salió llevándose consigo su corazón y su alegría. J. B. FRANCESIA, Pbro. Por la tarde del día 24, vigilia del día fijado para la partida, nuestro gran amigo monseñor Fratejacci entregaba a don Bosco varios regalos para la tómbola, enviados por el nuevo instituto de los Sanjuanistas de la Inmaculada Concepción, y por el reverendo don Pedro Ceccarelli de Módena, la señora condesa Catalina Boschetti Grossi de Módena, y la señora Teresa Rondanini De Dominici, cuyo marido, totalmente encorvado por una enfermedad en la espina dorsal, esperaba obtener la gracia de verse libre de aquella incomodidad y prometía una generosa limosna para la iglesia de Turín. Don Bosco se lo agradeció de todo corazón, y le encomendó las gestiones, aún no terminadas, ante la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, y entró en las habitaciones de su bienhechor. Toda la familia del conde Vimercatti estaba reunida en una sala, juntamente con la servidumbre. Todos estaban de rodillas y todos lloraban. Quiso don Bosco decir unas palabras, pero los sollozos le ahogaron y terminó llorando a lágrima viva. No pudiendo resistir por más tiempo, separóse de ellos y pasó a las habitaciones del Conde. Este, en pie, sollozaba también. Tendió resueltamente su mano derecha y le dijo: -Don Bosco, no se marche; quédese conmigo todavía hasta mañana. Aquel señor había hecho muchos favores a don Bosco, el ((**It8.701**)) cual no pudo resistir a su petición y cedió. Acercósele don J. Francesia y le dijo: -Señor Conde, ha hecho bien en retener a don Bosco: sentía yo (**Es8.595**))
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