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((**Es8.577**) Todos admiran a don Bosco, aun los que al principio no podían soportar su fama; viéndolo, quedan maravillosamente prendados. Hoy estuvo con el cardenal Quaglia; le trató como se acostumbra entre espíritus elegantes. Aunque don Bosco disponía de los caballos y el coche del barón Capelletti, quiso él tener el honor de que volviera a casa con su coche. íQué magnífica figura hacíamos en el hermoso carruaje cardenalicio! íCuántos se descubrían a nuestro paso creyendo fuera dentro de la carroza el Cardenal! Y no es únicamente el Cardenal quien ha usado de estas atenciones con don Bosco. Todos han hecho lo mismo. Se sabe ya que partirá pronto y se multiplican las audiencias de tal modo, que parece imposible atenderlas. Quizás se obtenga del Ministro de Hacienda alguna facilidad para las Lecturas Católicas, quitando la carga postal, como ya se hacía antes del ((**It8.679**)) 18 50. Dio una limosna a don Bosco para su iglesia, mostrándose conmovido por la atención de su visita. Estaba en junta, la suspendió, le hizo entrar y le presentó ad honorem (para que se le honrase). Don Bosco necesita verdaderamente descansar; en Roma no es posible y en Turín peor; suspira por el Paraíso. No se acuesta nunca antes de media noche. Durante el día habla, predica, bendice y por la noche escribe y lee cartas. Su exterior se ha desmejorado, pero será cuestión de un día. Descansará en el barco. Esta tarde fue a predicar a la iglesia de la Paz, donde se reúne para trabajar el Clero Romano. Deseaban muchísimo verle y le invitaron con una bonita carta. Ha conmovido a todos su modo sencillo y devoto de predicar. Les parecía a todos imposible que se pudiera hablar tan bien y con tanta sencillez. Aquellos sacerdotes eran felices y parecían tan encariñados con don Bosco como los del Oratorio. Rodeáronle después de su breve discurso; le trataban como a un padre y le escuchaban como a un maestro. Hizo mucho bien. Hemos recibido muchísimos objetos, que parecen de valor. He hablado mucho del Oratorio y de don Bosco y siempre he sido escuchado con afecto por un círculo de oyentes que iba siempre en aumento. Les contaba quaeque laetissimus vidi (lo que vi muy contento) y les parecía a ellos leer o escuchar la lectura de una bellísima página, cuyo protagonista no hubiese existido más que en la imaginación del narrador. Escribí en estos días al marqués de Fassati para comunicarle los favores que le ha concedido el Santo Padre. Don Bosco le llevará el diploma con las debidas formalidades. Durante el día de hoy no he hablado con don Bosco más que un momento durante la comida; son ya las ocho y media de la noche y está asediado por la gente. No sé cuándo iremos a cenar. Cuando reciba ésta, tal vez estemos a punto de partir. Los romanos invitan a don Bosco y casi le hacen violencia para que los visite nuevamente con ocasión de la Canonización de los veinticinco Beatos Mártires del Japón... J. B. FRANCESIA, Pbro. Don Juan Bautista Francesia menciona el honorífico recibimiento que el Ministro de Hacienda tributó a don Bosco, pero no revela el motivo. Lo diremos nosotros, tal y como consta en el epistolario de 1867. El ministro Ricasoli había logrado, por medio del comendador (**Es8.577**))
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