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((**Es8.543**) íEsto es Jauja! Creo que Pelazza participará de nuestro enfado y pedirá algo en compensación. Lleva razón. Pero no es esto todo. La servidumbre, para que don Bosco no se asuste con la propina a soltar, ha pensado en adelantarse y darle algo para sus muchachos, a los que quieren mucho en la persona de su director. Y la otra noche, con la pena de no poder hacer más, le anticiparon treinta y seis liras en acción de gracias por haber venido a aumentar en gran manera sus ocupaciones. El Centenario de San Pedro va a velas desplegadas: se le presentó al Papa, quien leyó enseguida algunas páginas, aprobó la oportunidad y alabó mucho al autor. El ejemplar presentado al Santo Padre estaba magníficamente encuadernado en tela blanca, y otros veinticinco ejemplares menos elegantes, para los monseñores, todo a expensas del bueno y caritativo Vimercati. No podemos expresar el más mínimo deseo y ya está satisfecho. El otro día fui yo también a la casa Torlonia. El Príncipe está verdaderamente admirado de don Bosco. No sé si ya ha hecho algo por el Oratorio, pero no dejará de hacerlo. No satisfecho con haberlo tenido en su compañía toda una mañana, vino aquí el viernes a devolverle la visita. No cesaba de maravillarse, oyendo hablar de las cosas de la Casa y comprendió muy bien las necesidades de la misma. íOjalá le inspire Dios algún buen pensamiento! Vi en aquella ocasión a su pobre esposa quien, como sabrá, está enferma mentalmente. Junto a don Bosco parecía más calmada, besaba su mano y no daba señales de locura. íPobre señora! Por la noche, estando en casa del príncipe Torlonia, estaba esperando a don Bosco el duque Salviati; era la segunda vez que venía sin haber podido verle y ahora tuvo que esperarle una hora. Es algo inaudito que los Príncipes romanos hagan antesala; hacía falta don Bosco para abrir una nueva costumbre. El príncipe Ruspoli esperó dos horas para hablar con don Bosco sin impacientarse lo más mínimo. Hay verdadero frenesí entre los romanos con respecto a don Bosco. Hay ((**It8.640**)) ya quien llora por tener que perderlo. Pero han hallado el medio para encontrarlo con seguridad, en casa: y es venir enfermos o prometer limosnas. Por ejemplo, una señora ha tomado setecientos boletos de la tómbola; promete, además, alguna otra limosna, pero quiere que don Bosco vaya a su casa para recibir el dinero. Seguramente irá; si no, lo llevaré yo. En otro lugar se preparó una limosna, tomaron quinientos boletos y nos darán dinero, pero a él en persona. Asimismo, todo un Eminentísimo señor, cuyo nombre callo, mostró su deseo de verle y hablarle, desde el primer día de su llegada a Roma. Es de advertir que don Bosco no le conocía y necesitaba absolutamente tener con él alguna conferencia para nuestros asuntos. Pero, que si quieres; pasaron más de veinte días, antes de disponer de un rato y a duras penas. Fue, y el Eminentísimo señor puso en manos de don Bosco la bonita cantidad de cincuenta escudos (1) en testimonio de veneración y ayuda. íCuántas más ayudas nos vendrían, si don Bosco pudiese multiplicarse por cinco o seis (nótese la cifra) e ir a donde desean verle! Por su buen corazón y su propensión a decir que sí, le ha sucedido en varias ocasiones aceptar comidas, a la misma hora y en sitios diferentes. Algunas veces suplo yo, especialmente a los entremeses (2), pero quieren siempre a don Bosco y, si no va, puede haber serios inconvenientes. (1)-Escudo. -Era la unidad monetaria de Toscana y otros estados te a cinco liras (N. del T.) (2) Entremés. -Manjares que se ponen en las mesas para picar de ellos, antes de empezar la comida (N. del T. ) (**Es8.543**))
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