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((**Es8.542**) honores y privilegios extraordinarios; pero, que yo sepa, no ha hecho hasta ahora nada estrepitosamente prodigioso, como hubiera sido por ejemplo la instantánea curación del hidrópico de Turín. >>Veremos si, antes de partir, permite el Señor que haga algo verdaderamente sorprendente. >>Esta mañana no hemos tenido tiempo más que para besarle la mano y saludarle a su paso por la sacristía ya que, imagino, le esperaban arriba para desayunar e ir después a las funciones en San Pedro. Aníbal va de vez en cuando a San Pedro ad Vincula, pero rara vez tiene la suerte de encontrarlo, porque no le dejan ni un momento de reposo.>> Una Comunidad femenina, recordando la visita recibida en 1858, le escribía: íVivan Jesús, María y José! Reverendo don Bosco: Dado que mi monasterio tuvo ya en otra ocasión el honor de su visita, permítame su bondad rogarle nos honre también en esta ocasión, antes de su partida de Roma. Pídole mil perdones por mi atrevimiento y encomendándome a sus santas oraciones, con todo respeto tengo el honor de profesarme Adoratrices del Santísimo Sacramento, 2 de febrero de 1867 Humilde y segura servidora Sor MARIA TERESA DE LOS SAGRADOS CORAZONES, Sup. Escribía don J.B. Francesia sobre este día y otros más: ((**It8.639**)) 3 de febrero de 1867 Querido Caballero: Voy alternando mis cartas desde Roma dirigiendo unas a usted y otras al señor Prefecto, para que no haya envidias. Empezando, pues, por la casa donde nos hospedamos, le diré algo que no será inesperado, pero sí nuevo. Ciertamente es verdad que el señor conde Vimercati es industrioso y sagaz en sus obras. No quiere que haya una casa piadosa que no tenga algo que agradecerle. Sepa que, además de lo mucho que ya ha realizado, el otro día nos hizo una jugarreta como para ofender a cualquier buen cristiano. Por fortuna, antes nos había pedido excusas por la injuria que llevaba en la cabeza; por lo demás el caso era como para escapar a Turín. Dio orden a su costurera para que, en el menor tiempo posible, hiciese para don Bosco y para mí cuatro camisas y cuatro pañuelos y (íqué camisas y pañuelos!) ocho en total, que después nos encontramos inesperadamente sobre la cama. Así, a más del trabajo del lavado, encima la paga. (**Es8.542**))
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