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((**Es8.472**) -De los muchachos ninguno. -No todos sois muchachos, tal vez alguno de los que no son estudiantes... -íNo! Lo sabríamos si hubiese muerto alguno. ->>Y fuera? -Eso sí, ha fallecido un sacerdote, pero ya hace más de una semana. ->>Y cómo se llamaba? -Juan Boggero. El Delegado cambió de fisonomía; sacó su libretita y confrontó el nombre. -Y >>ha tenido una larga enfermedad? -No, señor, murió de repente, de apoplejía. ->>Y dónde ha muerto? -En su casa, había ido allí y una mañana, después de misa, entró, se sentó a la mesa para desayunar y se quedó, como esperando que le sirvieran. ->>Quizá estaba enfermo? -Nunca, gozaba de óptima salud y era muy fuerte. Quedóse pensativo el Delegado y después preguntó: ->>Dónde está don Bosco? -íEn su habitación! Y, sin más, subió y entró en ella. Vio a don Bosco y exclamó: -Señor, diga lo que quiera a sus muchachos; ((**It8.555**)) desde este momento le doy toda suerte de permisos y ya sabré, por mi parte, qué responder a quien se lamente de sus previsiones. Besó su mano conmovido, y se marchó repitiendo: -Es algo singular, muy singular. Después de éste, sucedió otro hecho ridículo. Fue a visitar a don Bosco un buen sacerdote, para aconsejarle que no continuase haciendo profecías de muertes futuras, porque, según él decía, no era un medio a propósito para hacer el bien: -Comprendo, añadió, que hay que ser ciegos para no ver y entender. Suponer que usted tenga revelaciones, es algo muy gordo. Nosotros comprendemos su propósito, pero convénzase de que esto no puede reportar ningún bien. -Por tanto, usted no cree en mis previsiones. ->>Creer en eso? íNiñerías! -Bueno, sea así. Y usted >>cómo está? -Muy bien. -Pero >>se siente bien de veras? (**Es8.472**))
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