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((**Es8.436**) empezó inmediatamente a evacuar, de tal manera que la señora, asustada, se puso a gritar: ((**It8.512**)) -íQue se muere! íQue se muere! Y don Bosco la calmó: -Esté tranquila que no se muere; su cuerpo ha vuelto a la normalidad. Ordenó que llevaran al enfermo sus vestidos, que hacía mucho tiempo estaban retirados. Los presentes, más conmovidos que extrañados, observaban a ver en qué acabaría todo. En aquellos momentos entró el médico y, al contemplar los preparativos, gritó contra su imprudencia e intentó por todos los medios disuadir al enfermo. Pero éste, protestando que era dueño y libre de sus actos, quiso a toda costa seguir las sugerencias de don Bosco. Los familiares querían ayudarlo, pero el Santo los detuvo, y en poco tiempo el enfermo estuvo vestido, se paseó por la estancia, y mandó poner a punto el carruaje. Antes de salir, pidió el señor algún refrigerio y le presentaron unos alimentos que comió con tanto apetito, como no había experimentado hacía mucho tiempo. Bajó después la escalera por sí mismo, ya que don Bosco prohibió absolutamente que se le ayudase, subió al coche, fue al Banco, volvió jubiloso y entregó a don Bosco las tres mil liras, dándole las gracias y repitiendo: -Estoy completamente curado. -Diole don Bosco las más expresivas gracias y le animó a agradecer su curación a Jesús Sacramentado y a María Santísima Auxiliadora, los únicos que habían producido el extraordinario cambio. Apenas entró el Venerable en el Oratorio se encontró con la persona que le esperaba para el cobro de la cantidad que, con asombro de don Miguel Rúa y de los otros superiores de la casa, pudo ser pagada al instante. Otro hecho había acontecido poco antes, pero de índole muy diversa, y que prueba lo que se lee en el capítulo V del Eclesiástico, esto es, que desagrada al Señor la promesa infiel y necia. Atestigua Pedro Enría habérselo oído narrar al mismo Siervo de Dios. Un día fue invitado don Bosco a hacer una visita a una noble ((**It8.513**)) familia de Turín, con la que nunca había tenido ninguna relación. El Marqués y la Marquesa le recibieron con grandes muestras de respeto y le dijeron: -Le hemos molestado haciéndole venir hasta aquí, aunque sabemos que tiene muchísimo trabajo. El Siervo de Dios respondió: (**Es8.436**))
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