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((**Es8.40**) que eran otros tantos testigos oyentes de estas predicciones, aunque no todos por desgracia, estaban dispuestos a prestarles fe. Había entre los adultos, llegados últimamente, algunos contrarios, sembradores de cizaña, espíritus malignos, los cuales buscaban desacreditar las palabras del Superior. No es, por tanto, el caso ni siquiera de soñar que don Bosco pudiese impunemente sorprender las fantasías juveniles y, dado el caso de que no se verificase el pronóstico, buscar medias tintas para hacer creer lo que no era. Se trataba de predicciones precisas, acompañadas de circunstancias que señalaban el lugar, la persona o el tiempo. Muchos jóvenes escribían lo que don Bosco había dicho aquella misma noche o al día siguiente por la mañana. Confrontaban sus escritos, los hacían tema de sus conversaciones, conjeturaban, intentaban adivinar, observaban y no cesaban de estar alerta hasta que el vaticinio se cumplía. íEran jueces que querían llegar al fondo de la cuestión! De todas las predicciones que don Bosco hizo, solamente hay dos o tres de las que no podemos afirmar que se hayan cumplido; quizá porque estaban ((**It8.32**)) condicionadas, quizá porque no se pudo tener noticia de su cumplimiento. De todas las demás, maravillosamente comprobadas, y son centenares, pueden dar fe cuantos estuvieron en el Oratorio. El dos de febrero, por la noche, dio don Bosco la siguiente charla: Mañana es la fiesta de san Blas, obispo de Sebaste, en Armenia, martirizado en tiempos del emperador Licinio el año 315; y tiene lugar la hermosa ceremonia de la bendición de la garganta. >>Sabéis por qué se instituyó este rito y por qué fue declarado san Blas patrono de los enfermos de la garganta? Escuchad. Una mujer tenía un hijo a quien quería mucho. Una vez, comía éste pescado y se le atravesó una espina en la garganta. Los médicos que acudieron para curarle dijeron que no podían hacer nada para extraerle la espina y que pronto moriría. La desolada madre estaba sentada en casa con su hijo moribundo sobre las rodillas. No podía hallar consuelo a su dolor, mientras contemplaba al niño que, en medio de los más atroces dolores, se acercaba a la muerte. De improviso oyó una voz que le decía: -Levántate, toma a tu hijo: el mártir Blas es conducido al martirio, ruégale que lo bendiga y tu hijo sanará. Corrió la madre; el mártir enternecido por sus lágrimas hizo una breve oración, bendijo al chiquito en el nombre de Jesús, la espina saltó por sí sola de su garganta y el niño quedó salvo. Vayamos, pues, a recibir la bendición de la garganta por los méritos de este Santo, a fin de que el Señor nos preserve de lo que puede dañarla entrando o saliendo de la misma. Entran los alimentos que pueden ser nocivos y ocasión de indigestión, los venenos que uno pudiera ingerir con mala idea o sin darse cuenta, etc., etc..., ya(**Es8.40**))
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