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((**Es8.353**) Un alumno de quinto curso, el mejor muchacho del Colegio, estaba en cama gravemente enfermo. Se llamaba Francisco Rapetti; su padre había obtenido que fuera admitido como seminarista de la diócesis de Alessandria y reclamado con ellos para la exención del servicio militar. El día 21 Rapetti quiso levantarse; pero, al caer de la tarde, como no podía aguantarse en pie, volvió a la cama. Al poco tiempo sintió tales espasmos que parecía ((**It8.411**)) iba a morir. Hubo alguno de casa que así lo creyó, y hasta dijo que estaba muerto. Como la enfermería estaba junto a la habitación que ocupaba don Bosco, Vicente Provera, hermano de don Francisco, Prefecto del Colegio, invitó al Siervo de Dios para que fuera a dormir aquella noche en su casa paterna. Don Bosco apreciaba mucho al señor Provera y su familia. No iba una sola vez a Mirabello que no le hiciese una visita, y solía repetir que la familia de don Bosco y la de Provera formaban una sola cosa. Siempre que escribía al Director, le mandaba un afectuoso saludo; y acostumbraba enviarle a él y a los miembros de su familia una tarjetita o un regalito personal, cuando hacía lo mismo con sus jóvenes en Turín. Así que aceptó gustoso la invitación. Cuando entró en la casa se cerraron con llave todas las puertas y se retiraron las llaves. Ahora bien, sucedió un hecho, que nos lo narró Vicente Provera, y lo confirmó en una carta Carolina Provera, monjita de las Fieles Compañeras, escrita desde París a don Evasio Rabagliatti, después de la muerte de don Bosco. ...Desearía saber con exactitud el hecho de la desaparición del venerando don Bosco en mi casa. Verdaderamente no sabría decirle más de lo que ya le he contado. Un día, ya atardecido, estábamos esperando mi hermana Colombina y yo a que nuestro hermano Vicente volviera del Colegio. En esto que llegó jadeante y diciendo: -Pronto, pronto, preparad cama y habitación; el alumno enfermo en el cuarto vecino al de don Bosco, ha muerto. No conviene que don Bosco pase la noche en él. Ha aceptado venir a nuestra casa. Así fue. Al día siguiente por la mañana me levanté tempranito y las puertas de casa estaban cerradas. Todos los de la familia andábamos de puntillas evitando hacer el menor ruido, para no interrumpir el sueño de don Bosco. Cuando he aquí que, con extrañeza de nuestra parte, se presentó hacia las seis uno del Seminario, que no sé quien era, y nos dijo que don Bosco estaba allí celebrando la santa misa. -No es posible, le respondimos; aún no ha salido de la habitación; ninguno de nosotros le ha visto. Las puertas se abrieron más tarde. Para salir, don Bosco tenía que pasar forzosamente por una habitación donde nos reuníanos los de la familia, precisamente ((**It8.412**)) para verle, darle los buenos días y recibir su bendición. Por eso, estupefactos, nos repetimos, unos a otros: ->>Cómo ha podido salir? (**Es8.353**))
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