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((**Es8.260**) por la causa de la justicia; sirvió después, a conciencia y honorablemente a los reyes de Saboya, en los más altos cargos que le confiaron en los Estados Sardos y el 1846 fue condecorado con la medalla de la Orden Suprema de la Santísima Anunciata por el rey Carlos Alberto. En 1853 publicaba en París dos volúmenes de Cartas y Opúsculos admirables del Conde, su padre, prologados con unas páginas biográficas del venerado autor. Había enviado a dos de sus hijos, valientes y amantes del Papa, al servicio del Vicario de Jesucristo y defensa de la Santa Sede; y, pocos días antes de morir, entregaba para el óbolo de San Pedro la última ofrenda de mil liras. Pasaba a la eterna paz del cielo teniendo a su lado al Siervo de Dios tan querido. Este había sido su huésped en Roma, en el 1858, y en sus dependencias había trabajado para dar los primeros pasos ante la Santa Sede relacionados con la aprobación de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. ((**It8.299**)) Una vez tributadas las últimas honras al inolvidable amigo y bienhechor, y consolada su querida familia, don Bosco volvía a Turín y reemprendía sus ocupaciones. Eran éstas muchas y continuas, pero tenía al lado a don Miguel Rúa. Que lo diga esta característica carta de su fiel ayudante, dirigida a la noble condesa de Callori: Ilustrísima Señora: Con placer recibo de don Bosco el honroso encargo de escribir a V. S. en su lugar, ya que él está asediado de continuo por múltiples ocupaciones. Con respecto al libro sobre el Santísimo Sacramento, me autoriza decirle que no tiene dificultad alguna en cuanto al título, que le cuadra tal como V. S. propuso. Respecto a la otra obra, con mucho pesar le comunica que ya escribió una vez a Monseñor y que éste, por cierto, se dignó responder, pero no cumplió. Escribió de nuevo don Bosco rogándole devolviera el original, pero hasta ahora no se alcanzó el propósito. Por ello don Bosco fía al cuidado de V. S. que tenga la bondad de escribir y urgir a Monseñor, si es que aún desea que dicho trabajo pueda resultar de alguna utilidad. Pasando a otra cosa, creo no le sea desagradable tener noticias de don Bosco y de sus hijos y me tomo la libertad de dárselas. Gracias a la grandísima bondad de Dios, todos gozamos de buena salud y alegría y hasta parece que don Bosco se encuentra mejor; el mal a los ojos no ha vuelto a molestarle; y, si no fuese por el bendito dolor de cabeza, casí gozaría de perfecta salud. Nos hemos esmerado, don Juan Cagliero y un servidor, de acuerdo con las caritativas sugerencias que usted nos hizo, para buscar el modo de librarlo del dolor. Le hemos preguntado qué podíamos hacer para que descansara un poco más; qué trabajo le es más fatigoso para ver de exhonerarle del mismo; le hemos preguntado también si algún medicamento podría ayudarle. Se echó a reír y medio en broma, medio en serio, nos dijo: -íYo sé muy bien lo que podría irme bien! Insistimos nosotros para saberlo y él añadió, entonces: (**Es8.260**))
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