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((**Es8.137**) sábete que a los cuarenta años dejarás de tocar y de trabajar; abandona ese proyecto. Tamone volvió a casa, siguió su oficio de zapatero, hizo una modesta fortuna y precisamente a los cuarenta años empezó a sentir fuertes molestias de estómago, que le impidieron el ejercicio de su oficio y mucho más tocar su instrumento. Tuvo que conformarse con hacer de mozo en el ayuntamiento y recordaba el año 1897 la predicción de don Bosco, asegurando que la debilidad del estómago nunca le había dejado en paz. Además del don de predicción con sus alumnos, parecía que don Bosco tenía también conocimiento del más allá. El joven José Perazzo narraba este mismo año a don Joaquín Berto el hecho siguiente: <>-He visto a tu padre; estaba vestido de esta manera... >>Y me hizo una descripción tan detallada y escultórica que inmediatamente lo reconocí. >>-Esa era su fisonomía, le dije; él solía ir vestido de ese modo. >>-Pues bien, continuó don Bosco, tu padre se encuentra aún en el purgatorio; ruega por él y pronto irá al paraíso. >>Era algo singular; don Bosco no había visto nunca ni conocía a mi padre>>. Mientras tanto llegó el mes de junio. Se acercaba el día onomástico de don Bosco y de todas partes se recibían cartas de los antiguos alumnos felicitándole y manifestándole su gratitud. Son cartas dignas de conservarse y de leerse por el gran aprecio que demuestran al Siervo de Dios. Nos contentaremos con presentar una de muestra: ((**It8.150**)) Desde el Monasterio, 20 de junio de 1865. Mi amado Padre: Después de largo e imperdonable silencio, escribo finalmente estas líneas, por no dejar pasar una ocasión tan feliz como la de su día onomástico. Juntamente conmigo le felicitan todos los Padres de esta santa casa y se encomiendan a sus oraciones. Ya sabe usted que soy un loco; pero también sabe que le quiero tiernamente, por lo que espero crea que siempre le he considerado como a un tierno padre, aunque no le haya escrito. Con sumo gusto quisiera sentarme el viernes por la tarde, como hace ahora tres años junto a don Bosco y abrazarle y contarle muchas, muchas cosas..., pero ya que esto me es imposible, nada me impide rezar por usted, estar muy cerca de usted, mi querido Padre, mi incomparable don Bosco, a quien amo en Jesús y (**Es8.137**))
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