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((**Es8.109**) 30 de abril Un grave pensamiento me preocupa y no puedo menos de comunicároslo. Id a los zapateros y preguntadles: ->>Por qué trabajáis mañana y tarde, coséis zapatos, untáis hebras con pez, cortáis cuero? >>Por qué? Os responderán: -Para aprender el oficio, para ser buenos zapateros. Id al taller de carpintería y preguntad a los aprendices: ->>Por qué serráis, cepilláis la madera, manejáis el martillo y usáis continuamente la escuadra, la regla y el compás? Os responderán: -Para llegar a ser buenos carpinteros, y ganarnos de mayores el pan. Y yo os pregunto a vosotros, amigos míos: ->>Por qué dejasteis vuestras casas y vinisteis al Oratorio? Vosotros me responderéis: -Para estudiar, para instruirnos, para hacernos hombres. Pues, si tanto se hace para aprender un arte, para adelantar en las ciencias, os pregunto a todos vosotros: ->>Para qué estáis en este mundo? Y todos a una voz, de modo que no se entenderá lo que decís, responderéis: -Hemos venido a este mundo para conocer, amar, servir al Señor en esta vida y después ir a gozarle en la patria celeste; esto es, ípara salvar vuestra alma! >>No es cierto? Hace ya algún tiempo que ando rumiando este pensamiento y hoy lo tengo más fijo que nunca; por eso os lo he querido comunicar. ((**It8.115**)) íSi pudiera decíroslo tal y como yo lo siento! Pero no bastan las palabras, ante la importancia y la sublimidad de los hechos. íAh! Si todos vosotros tuvieseis grabada en la mente esta gran verdad, si no trabajaseis más que para salvar vuestra alma, entonces no se necesitarían reglamentos, ni avisos, ni ejercicios de la buena muerte, porque tendríais todo lo necesario para vuestra felicidad. Si todas vuestras acciones tuviesen esta finalidad tan importante; íqué fortuna la vuestra y qué suerte la de don Bosco! íEs lo que más deseo! íEl Oratorio sería un verdadero paraíso terrestre! Ya no habría hurtos, ni malas conversaciones, ni lecturas peligrosas, ni murmuraciones y desobediencias. Todos cumplirían su deber; porque, desengañémonos: sacerdotes y clérigos, estudiantes y aprendices, pobres y ricos, todos deben trabajar para este fin; de lo contrario vanos son todos sus esfuerzos. Y, no obstante, hay algunos que lo saben y por nada piensan en ello. Sólo aspiran a hacer una buena merienda y en ello ponen su pensamiento. Si tienen un buen condumio o una botella de vino, corren a buscar a sus compañeros y, echando una mirada alrededor para ver por donde andan los superiores, se escabullen para zamparse su merienda. Y, >>por qué no emplean el mismo entusiasmo, la misma diligencia con su alma? >>Por qué no buscan a algún compañero para hacer una obra buena, e ir juntos a visitar unos minutos a Jesús Sacramentado? íCuánto mejor sería para ellos! Recuerdo que una vez, oyendo predicar los ejercicios espirituales al santo de don José Cafasso, trató él de modo tan maravilloso los inmensos cuidados que los hombres se toman por las cosas temporales y el poco o ningún cuidado que tienen por las del alma, que, yendo después todos a cenar, nadie quiso tomar bocado; tan grande había sido la impresión que nos produjo aquella terrible verdad. Queridos míos, pensemos también nosotros una vez con seriedad en asunto de tanta importancia. Seamos listos y no estúpidos: listos, correspondiendo a las gracias que el Señor nos hace para que nos salvemos, y no estúpidos, porque de lo contrario, llegará un día en que lloraremos nuestra estupidez. (**Es8.109**))
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