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((**Es7.80**) a descubrir las espantosas consecuencias de semejantes culpas. Pero más que las palabras pesaba en el corazón de los alumnos la aureola de pureza que circundaba a su amado padre. Solamente su presencia, su mirada, el gesto, la sonrisa, toda su persona eran un modelo a imitar. Qué edificante resultaba la acostumbrada caricia, que hacía a un jovencito imponiéndole suavemente la mano sobre la cabeza y diciéndole al mismo tiempo: íQue Dios te bendiga! Atestigua don Joaquín Berto: <<-Viví a su lado; le serví durante más de veinte años y puedo asegurar que la virtud de la modestia en sus miradas, en sus palabras, en su trato, llegaba al más alto grado de perfección. El secreto para alcanzar esta perfección fue su continua ((**It7.82**)) ocupación de la mente, su extrema fatiga de día y de noche y su calma imperturbable. De él emanaba una influencia llena de vida. Yo mismo puedo decir que su simple presencia alejaba de mí todo pensamiento inoportuno>>. Esto era efecto del amor que ardía en su alma por el Señor, con quien estaba siempre en íntimo coloquio. Pero raramente podían ser advertidas las jaculatorias y acaso sólo cuando se proponía dar a alguno una norma a seguir en circunstancias similares a las que él se encontraba. Un día, el reverendo Merlone acompañaba al Refugio a don Bosco, el cual, antes de entrar exclamó en voz baja: Fac Domine ut servem cor et corpus meum immaculatum tibi ut non confundar; (haz, Señor, que guarde mi corazón y mi cuerpo inmaculado para ti, para no ser confundido). Y volviéndose al reverendo Merlone, le dijo: -Mira, amigo, un sacerdote fiel a su vocación es como un ángel. Y quien no es tal qué es? Resulta un objeto de compasión y menosprecio para todos. Cuidaba de que todos sus muchachos fuesen ángeles y les iba repitiendo los consejos practicados por él mismo previniéndoles sobre cuanto podía ser perjudicial a sus almas. La crónica de Bonetti del mes de febrero nos conservó algunas de aquellas exhortaciones: <<10 de febrero. Esta noche dio don Bosco a todos los muchachos unos avisos para conservar la virtud de la modestia y los resumió en dos versos, de Foresti que dijo haber leído hacía veinticinco años: -Abstrahe ligna foco si vis extinguere flammam; -Si carnis motus, otia, vina, dapes. (Separa la leña del fuego si quieres apagar la llama;(**Es7.80**))
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