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((**Es7.76**) Entonces nosotros gritamos a una voz: >>-íDíganos, díganos qué le ha dicho!. >>Cambió el tema de la conversación y no hubo medio de arrancarle más que esta palabra: >>-íRezad!>>. Y los muchachos rezaron hasta que, poco a poco, pudo recobrar las fuerzas perdidas. Sin embargo, aquella lucha contra el espíritu de las tinieblas duró a intervalos hasta el año 1864. Una noche del 1865 contaba don Bosco a un grupo de muchachos las espantosas noches de aquellos tiempos. Nosotros estábamos presentes. -íYo no tengo miedo al diablo!, interrumpió un muchacho. -Calla y no digas eso; replicó don Bosco con voz enérgica, que conmovió a todos. Tú no sabes el poder que tiene el demonio, cuando el Señor le da licencia para obrar. -De acuerdo; pero si yo le viese, lo agarraría por el cuello y tendría que vérselas conmigo. -íNo digas bobadas, amigo! Morirías de miedo al verlo. -Pues me santiguaría. -Valdría para un sólo momento. -Y cómo hacía usted para rechazarlo? -He encontrado un buen medio para hacerlo escapar y no aparecer por un largo rato. ((**It7.77**)) -Y cuál es ese medio? La señal de la cruz, seguramente. -Sí, pero no bastaba. íHace falta más! La señal de la cruz sólo para aquel instante. -Con el agua bendita? -En ciertos momentos ni el agua bendita basta. -Pues, cuál es el remedio que ha encontrado? -íLo encontré! íY qué eficaz resultó!... Aquí calló y no quiso decir más. Despues terminó: -Lo que es seguro es que no deseo a nadie que pase por los terribles momentos que yo he pasado; es necesario pedir al Señor que no permita jamás a nuestro enemigo hacernos semejantes bromas.(**Es7.76**))
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