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((**Es7.709**) si no nos conoce perfectamente? Por eso, es preciso que no tengáis dos confesores, uno para diario y otro para las fiestas; que cuando pesa sobre la conciencia algo más grave de lo acostumbrado, o que al menos os lo parece, vayáis a confesaros con otro distinto del ordinario; de este modo sucederá que vuestro confesor espera tratar con un angelito, cuando por el contrario lo hace con un diablillo y dará un juicio muy distinto del verdadero. En consecuencia marcharéis hacia un destino que el Señor no quería para vosotros. Peor aún, si hacéis como algunos muchachos que, cada vez que se confiesan, cambian de confesor y parece que van a probarlos a todos para conocer de qué gusto son. Entonces, mis queridos amigos, os digo sinceramente: mi deseo es que elijáis un confesor y que vayáis siempre con el mismo, si queréis saber lo que el Señor desea de vosotros. Confesores extraños a la casa vienen pocos, pero tenéis tantos en ella que podéis elegir uno que os agrade. Esta regla no es necesaria para los aprendices. Su vocación ya está determinada; se trata del martillo, la sierra, los tornillos, la aguja y qué sé yo. Mas, para los estudiantes, cuya vocación no está todavía bien definida, se precisa otra regla. No obstante, no quiero decir con esto que quien cambie de confesor haya faltado. Esto no. Antes bien advierto que, si alguno tuviese, por desgracia, un grave pecado en el alma y no tuviese valor de confesarlo a su confesor ordinario, es mucho mejor, antes que hacer una confesión sacrílega, que vaya a otro confesor, y que lo cambie aunque sea todas las veces. Es mejor estar incierto sobre la propia vocación que cometer un sacrilegio, callando un pecado en confesión. Mas este tal, antes de decidir su vocación, haga al fin del año una buena confesión general. El confesor le escuchará con caridad, le ayudará a decir lo que tiene vergüenza de declarar y le indicará cuál es su vocación. Recordad, pues, que el primer juez de vuestra vocación es el confesor. Si vuestros padres, si el párroco, si el director del centro de educación os aconsejaren haceros sacerdotes; si vosotros mismos sintierais inclinación de serlo, pero el confesor os dijese: -Hijo mío, este estado no es para ti, nada valen todas las demás opiniones; ésta sólo es la que debéis seguir. En el estado seglar hay además mucha diversidad de oficios, profesiones, grados sociales. También en esto es mejor someterse a lo que indique el que conoce bien vuestro interior. Os podrá aconsejar, por ejemplo: ser maestro no es para ti; ser abogado, médico, o militar no te conviene. Elige, en cambio, esta o aquella profesión o arte. El confesor, hombre de experiencia, sabe de ello más que vosotros. El os puede sugerir los medios para realizar vuestra carrera. Ciertamente que, si quisierais ser, por ejemplo, abogado y no dispusierais de los medios, él no os los podrá suministrar, mas al menos muchas veces podrá señalaros la forma para conseguir vuestro fin. ((**It7.834**)) Las charlas que don Bosco dirigió en los días siguientes, prevenían a los muchachos contra la maldad de los escandalosos y comunicaban los últimos momentos y la muerte de un hermano laico de la Pía Sociedad. Cumplíase la profecía, hecha por el siervo de Dios unas semanas antes. Los sufragios por las almas del purgatorio, la novena de Navidad, el último aviso para triunfar en los estudios y el pensamiento de la muerte le sugerían también temas para sus charlas. La Crónica anota el 13 de diciembre: <(**Es7.709**))
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