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((**Es7.689**) Don Bosco pensaba continuamente en sus jóvenes y cómo procurarles lo necesario para la vida; no dejaba escapar la más mínima oportunidad que le ofreciese aun una pequeña probabilidad de conseguir socorros. Nada le detenía: ni visitas, ni viajes, ni cartas, ni buscar subsidios, ni molestias, ni sacrificios de amor propio, ni críticas, ni negativas. Ciertamente una heroica virtud le sostenía en todo ello. No buscaba para sí, sino para los pobrecitos que el Evangelio llama miembros de Jesucristo. De entre los muchos hechos conocidos por nosotros mismos, exponemos el siguiente. El señor Guenzati de Milán, comerciante en telas, juntamente con su esposa, tuvo este año la suerte, por medio de Antonio Sala, de conocer al venerable siervo de Dios, y de convertirse en un gran amigo y bienhechor. Sucedió, pues, que un representante extranjero rechazó y devolvió una cantidad de mantas que permanecían depositadas y ((**It7.810**)) retenidas en la aduana. Como a dicho señor no le interesaba pagar los derechos de entrada de una mercancía, que sabía estaba averiada, se la ofreció como regalo a don Bosco para sus muchachos pobres. Don Bosco aceptó y recurrió al Ministro de Hacienda, señor Sella, invocando la exención de aduanas en favor del Oratorio. Pero el 2 de agosto de 1864, el secretario Beccari devolvía su instancia con carta N.° 7954, del protocolo particular, en la que manifestaba: <>. A don Bosco no le sorprendió la respuesta, pero quiso todavía realizar otra tentativa dirigiéndose al Director General de Recaudación de Impuestos 1. No sabemos si tuvo éxito esta segunda petición pero don Bosco, aún antes de expedirla, había enviado otra súplica al general Petitti, Ministro de la Guerra, con la seguridad de ser atendido. 1 Ilustrísimo Señor El sacerdote Juan Bosco, director del Oratorio de San Francisco de Sales, a V. S. respetuosamente expone que en marzo de 1862 habían sido devueltas al señor Guenzati, de la razón social Canónica, setecientas veinte mantas de lana por defectuosas y apolilladas. De estas mantas, quinientas cincuenta están en la aduana de Turín y ciento setenta en Génova, en el puerto franco. Ahora bien, este caritativo señor estaría dispuesto a regalarlas a los muchachos pobres internados en esta casa, pero sin pagar los gastos de aduana. Por este motivo, el abajo firmante ruega humildemente a V. S. Ilma. sean condonados los mencionados gastos de aduana y permita sean retiradas en favor de estos pobres muchachos, que se encuentran en graves estrecheces frente a la próxima temporada invernal por falta de ropa y de mantas. (**Es7.689**))
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