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((**Es7.675**) había reunido un buen número se volvía a ellos, les daba un regalito, acompañado de un buen aviso, como por ejemplo, consolar a sus padres con su buena conducta, quererse bien entre ellos como otros tantos hermanos, ayudarse mutuamente, amar a Dios de todo corazón; les contaba alguna historieta, y les despedía la mar de contentos a su casa; y nunca supuso que unos pelos, conservados más largos que los otros, equivaliesen a una profesión de fe política. -íPolítica! Decía entre sí, ípolítica! >>Qué es la política? Si me hubiesen hablado de esto cuando era pequeñito habría creído que era la ciencia para hacer la polenta, pero ahora sé muy bien que la política no tiene nada que ver con la polenta, aunque alguna vez pudiera hacer disminuir la polenta, pero en suma, yo no me he ocupado nunca de esto y no entiendo de política un comino, y es curioso que mi coleta sepa de ello más que yo. En resumidas cuentas, ya que es tan indiscreta, que quiere meter la nariz donde no le importa, mañana la mando a tomar vientos. Y mantuvo la palabra; a la mañana siguiente, a pesar de los enfados de su vieja hermana, la coleta sufrió el corte fatal y el telégrafo podía comunicarlo a las cuatro partes del mundo. No es para decir la impresión que el hecho produjo en todas las clases sociales principalmente en la de los peluqueros, y el Hombre de bien tuvo que oír de todo. Un día salió a divertirse. y se encontró con un antiguo amigo que, al verle sin su fiel compañera: -íCómo!, exclamó, >>también tú te has hecho masón? Al oír el título de masón tuvo un nuevo estupor el Hombre de bien. -Esta es gorda, dijo; >>yo masón o qué sé yo? >>Debería llevar la coleta hasta la muerte? Y dicen después que hay libertad para ((**It7.793**)) todos... Libertad, un rábano. Si llevo coleta hago mal, si no la llevo, peor. íVayan todos a que les bendigan! Y como era precisamente entonces cuando le habían propuesto i r a cultivar patatas y retirarse de la vida pública, esto sirvió para reafirmarlo en su opinión. Suerte para vosotros, mis queridos lectores, que llegando yo a su casa en aquel momento, le hice comprender que era ridículo convertirse en esclavo de las habladurías de algunos charlatanes, y que desde el momento en que él no se ocupaba ni quería ocuparse de política, debía vivir tranquilo y echar pelillos a la mar. -íQué política, ni qué narices!, refunfuñaba. >>De qué serviría que yo me dedicase a ella? Yo confío en la Providencia. Suceda lo que suceda, Dios sabrá sacar buen partido de todo para practicar la caridad y conducir a la humanidad a su destino. Gruñó aún media hora, mientras lanzaba miradas de fuego a su coleta cortada, que su anciana hermana había colocado en señal de honor sobre un armario de la habitación, envuelta en papel dorado. -Eres tú, mi coleta, la causa de todo esto, decía entre dientes; suerte que estás ahí arriba muy alta, de otra forma te arreglaría para las fiestas. Yo proseguí insistiendo, hasta que finalmente entre mis palabras y las muchas cartas que le animaban a ello, se atrevió a publicar este año también su acostumbrado almanaque. Y vosotros, queridísimos y nobilísimos lectores, miradle con buenos ojos y, sobre todo, al leerlo y hacerlo leer, procurad que el Hombre de bien se convenza cada vez más de que, publicando su aguinaldo, hace una obra buena. (**Es7.675**))
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