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((**Es7.648**) antiguas, entre las que se contaba María Mazzarello, destinada por el Señor a ser la primera Madre General de las Hijas de María Auxiliadora. Don Domingo Pestarino había conseguido, tras cálidas instancias, que fuese don Bosco a su pueblo, especialmente para bendecir aquella Congregación de doncellas; y ahora le rogaba encarecidamente que las adoptase como su familia espiritual. Don Bosco aceptó. Veía el buen espíritu, la piedad y la mutua caridad que reinaba en ellas y el gran bien que realizaban con las niñas de Mornese; y las bendijo. Aquella mañana recibió don Bosco la inapreciable visita de don Raimundo Olivieri, arcipreste de Lerma, pueblo próximo, el cual, tan pronto como terminó sus funciones en la parroquia, salió para ir a saludarle. Una antigua amistad unía a estos dos santos varones, y, a ruegos del Arcipreste, don Bosco consintió en modificar su itinerario e ir el lunes a Lerma con toda la comitiva. Don Domingo Pestarino había preparado la mesa a don Bosco ((**It7.761**)) invitando a sus amigos, y el maestro del pueblo, Francisco Bodrato, hombre sobre los cuarenta años, se había encargado de organizar lo necesario para toda la comitiva del Oratorio. Durante la comida se mantuvo en pie detrás del asiento de don Bosco para atender al servicio. El, conocedor de la juventud, había admirado el porte familiar y afectuoso de los alumnos con su superior, a la menor indicación del cual, guardaban respeto y obediencia, no sólo los estudiantes, sino también los aprendices. Observaba también la afabilidad de don Bosco con ellos y no pudo por menos de reconocer la poderosa atracción de la caridad, y lo mucho que había que aprender de aquel sistema educativo. A este fin pidió a don Bosco una entrevista particular y la obtuvo al momento. Preguntóle qué secreto tenía para dominar de aquel modo a tantos jóvenes, por naturaleza rebeldes a una disciplina. Don Bosco le respondió: -Religión y razón son los dos resortes de todo mi sistema educativo. El educador debe ciertamente persuadirse de que todos o casi todos estos queridos muchachos tienen una natural inteligencia para conocer el bien que se les hace personalmente y al mismo tiempo están dotados de un corazón sensible, fácilmente abierto al reconocimiento. Cuando se haya obtenido, con la ayuda del Señor, hacer penetrar en sus almas los principales misterios de nuestra santa Religión, que, todo amor, nos recuerda el inmenso amor que Dios ha tenido con el hombre; cuando se llegue a hacer vibrar en su corazón la cuerda de la gratitud, que se le debe en correspondencia a los (**Es7.648**))
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