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((**Es7.627**) de la rebelión, empujaban al pueblo a alborotar. Por Turín se repartía un grandísimo número de cartas amenazadoras con el epígrafe: Viva Garibaldi, muera Víctor Manuel, viva la República. Cerca de seis mil personas se reunieron el 20 de septiembre con banderas en la plaza del Castillo gritando: Abajo el Ministerio, abajo la convención francesa, viva Garibaldi y se dirigieron a la plaza de San Carlos haciendo una demostración hostil ante la tipografía de la Gaceta de Turín, diario ministerial que había aplaudido la Convención. Pero todo acabó en gritos y silbidos ensordecedores. El 21, a eso de las dos de la tarde, una multitud portadora de banderas, salió de Puerta Nueva y se dirigió a los pórticos de San Carlos, silbando y vociferando contra la Gaceta de Turín. En la plaza se agolpaban millares de personas. De repente, sin provocación alguna, apareció por todas partes la policía de orden público con los sables desenvainados, ((**It7.737**)) golpeando a diestro y siniestro. Algunos heridos murieron. La multitud se dispersó atemorizada, pero poco más tarde volvió mucho más numerosa y más furibunda; atacó la Comisaría General de policía, situada en la misma plaza, junto a la iglesia de Santa Cristina, y descargó sobre la puerta una tremenda pedrea. Los guardias no se arriesgaron a salir. Entre tanto, en la plaza del Castillo un escuadrón de guardias impedía una manifestación pacífica y legal, que había sido convocada el día anterior. El gentío avanzaba y, como no sabía por qué le cerraban el paso, gritaba, protestaba y alguno quizá profirió amenazas. De repente los guardias dispararon y resultaron diez ciudadanos muertos y varios heridos. Hacia las ocho el tropel de gente arremetía de nuevo contra los talleres de la Gaceta con una espantosa granizada de guijarros, originando un destrozo considerable en la tipografía. Saquearon varias armerías, se cerraron todas las tiendas, la población consternada, triste y silenciosa, llenaba las calles. Llamados por el Ministerio, llegaban desde el campo de San Mauricio veintiocho mil hombres con más de cien cañones y ocupaban la ciudad. Las mechas estaban encendidas: sobre el monte de los Capuchinos, que domina Turín, se apostaron gruesas piezas de artillería. Los Ministros querían dominar la situación y estaban dispuestos a bombardear la ciudad y ahogar en sangre toda resistencia. Aquella noche del 21 de septiembre, quiso don Bosco que todos los muchachos, reunidos bajo los pórticos, rezasen antes de retirarse a dormir, por la ciudad de Turín, por sus habitantes, y por los bienhechores, (**Es7.627**))
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