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((**Es7.586**) Se trataba ahora de abrirlo de nuevo. El dignísimo Vicario de Lanzo, teólogo Federico Albert, santo apóstol de aquellos valles y de todo el Piamonte, pensó inmediatamente en don Bosco. Veía él con gran pena que la juventud se alejaba cada vez más del templo y advertía que el único medio para enraizar sus corazones en la fe, era proveerles de una instrucción religiosa, por la que se vieran obligados a asistir. El catecismo en la escuela y en la iglesia del colegio en los días festivos, les estimularía a acercarse a los sacramentos. Por eso él había visitado muchas veces el Oratorio y había tratado de este importantísimo asunto. A sus reiteradas súplicas se habían unido los ruegos del padre Arró y al fin se obtuvo de don Bosco la promesa de que se haría cargo de aquel asunto. Al mismo tiempo el vicario Albert trataba con el Municipio, el cual condescendió a examinar las condiciones del proyecto. Tras prolongadas discusiones, se aprobó lo principal y se formuló un convenio entre ambas partes, cuyos artículos más importantes presentamos, referentes a la juventud de la población: El Municipio se compromete a pagar a don Bosco anualmente la cantidad de tres mil liras por las escuelas elementales y de bachillerato, hasta los dos cursos de retórica inclusive; más otras cien liras para la adquisición de los premios anuales. Le otorga el uso del mencionado local del colegio con sus habitaciones, capilla, patios y jardines anexos para uso de las escuelas. Se obliga a todas las reparaciones necesarias para el uso y conservación del edificio y sus locales. No podrá despedir a don Bosco sin previo aviso de cinco años. Todos los gastos de instalación correrán a cargo de don Bosco. El Ayuntamiento ((**It7.693**)) hará un préstamo de doce mil liras a don Bosco, el cual ofrecerá la conveniente garantía. Don Bosco proveerá tres maestros para los grados elementales, dotados del respectivo título, y profesores idóneos para los cinco cursos de bachillerato. Los alumnos de los cursos de bachillerato pagarán una cuota, salvo los de Lanzo, reconocidos como pobres por la Junta. Los alumnos de los grados elementales, no pertenecientes al Municipio, pagarán también una cuota. Las escuelas se inaugurarán al principio del curso escolar 1864-1865. El importe de la cuota se reducía a poco, dada la escasez de estudiantes de bachillerato en la población; el préstamo resultaba una carga, y la suma fijada por el Municipio no era suficiente para el mantenimiento de profesores, maestros y personal restante. La provisión de muebles para un local falto de todo suponía, como en Mirabello, un gasto elevado. Pero don Bosco lo sacrificó (**Es7.586**))
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