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((**Es7.581**) vuestras peticiones, pensé en recoger las noticias más interesantes de este vuestro llorado compañero y en presentároslas ordenadas en un librito, persuadido de hacer algo útil y agradable para vosotros. Podría preguntar alguien en qué fuentes bebí las noticias para aseguraros que las cosas aquí narradas realmente sucedieron. Satisfaré vuestro deseo en pocas palabras. Para los años en que el joven Besucco vivió en su pueblo, me atuve a las relaciones que me enviaron su párroco, su maestro, sus padres y amigos. Se puede decir que no he hecho más que ordenar las memorias que con este fin me remitieron. Para el tiempo en que vivió entre nosotros, procuré reunir con esmero las cosas ocurridas en presencia de testigos oculares; cosas todas escritas y firmadas por personas dignas de fe. Es verdad que hay hechos que causan asombro al lector, pero ésta es precisamente la razón por la que las narro con especial empeño, pues, si fueran cosas de poca monta, no merecerían ni siquiera ser publicadas. Cuando notéis que este jovencito muestra en sus conversaciones un grado de ciencia ordinariamente superior a su edad, debéis considerar que la gran diligencia de Besucco en aprender, su feliz memoria en retener las cosas oídas y leídas y el modo especial con que Dios le favoreció con sus luces, contribuyeron poderosamente a enriquecerlo con conocimientos ciertamente superiores a su edad. Os ruego que tengáis presente una cosa respecto a mí mismo. Notaréis quizá demasiada complacencia al exponer las relaciones que ambos mantuvimos. Es verdad, y pido benévola comprensión; ved en mí al padre que habla de un hijo tiernamente amado; a un padre que da libre curso a los paternales afectos mientras habla a sus amados hijos a quienes abre enteramente el corazón para contentar su petición y también instruirlos en la práctica de la vírtud, de la que Besucco alcanzó a ser modelo. Leed, pues, estas páginas, queridísimos jóvenes, y si, al leerlas, os sentís movidos a huir de algún vicio o a practicar alguna virtud, agradecédselo a Dios, único dador de los verdaderos bienes. ((**It7.686**)) El Señor nos bendiga a todos y nos conserve en su santa gracia aquí en la tierra, para que podamos un día bendecirlo eternamente en el cielo. En estos preciosos datos biográficos no dejó don Bosco de recomendar a los jóvenes, como hacía en toda ocasión, los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía y la manera de recibirlos con provecho, presentando al querido Besucco como ejemplar y modelo. En cuanto a la confesión, después de haber contado cómo el buen joven aconsejó por carta a un amigo que se confesase cada ocho días, prosigue, dando un aviso importantísimo. Mientras alabo grandemente a Besucco por este comportamiento, recomiendo vivamente a todos, pero de un modo especial a los jóvenes, que desde pequeños elijan un confesor fijo, y que no lo cambien nunca, si no es en caso de necesidad. Evítese el defecto de algunos que cambian de confesor casi cada vez que se confiesan o que, debiendo confesar cosas de mayor relieve, acuden a otro para luego volver al de antes. Obrando de este modo no cometen pecado alguno, pero no tendrán jamás un guía seguro que conozca debidamente el estado de su conciencia. Les pasaría lo (**Es7.581**))
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