Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es7.566**) muerte. De nada valieron los cuidados médicos, dada la gravedad de la enfermedad y dado que no había modo de hacer tomar absolutamente nada al niño. Las cosas llegaron a tal extremo que creían los mismos médicos que no le quedaban al chico más que unas pocas horas de vida. Los padres, que nada tenían en el mundo a quién querer más que a aquel hijo, sin esperanza de salvarlo, se entregaron a un llanto inconsolable. Cuando he aquí que una idea iluminó la mente de su madre ciertamente inspirada por la Virgen Santísima. Mujer de fe y de piedad singular había leído la narración de los prodigios de la imagen de María en las cercanías de Spoleto, escrita por aquel ilustre Arzobispo, que hace más de ocho meses está encerrado en la cárcel, por odio a la religión. Ella pensó enseguida que sólo la Virgen podría salvar la vida de su amado hijito y, llena de fe, se acercó al enfermo y le dijo: -Promete a la Virgen de Spoleto, que, si te otorga la curación, irás a visitarla en su capillita. Apenas había acabado el niño de repetir con dificultad las palabras sugeridas por la madre, cuando el agravarse del mal y perder el sentido fue la misma cosa. Pero, en su continuo delirio no hablaba más que de este viaje. Y ya pedía la ropa para la partida, ya creía estar en camino, ya divisaba el altar y veneraba la santa imagen. Mas, de repente, callóse y quedóse inmóvil como un muerto. Así lo creían todos; y he aquí que, como si despertase de un profundo letargo, sonrió a los presentes, movió los ojos llenos de vida y se recuperó tan rápidamente que, en menos de dos días, los médicos asombrados le vieron curado. Fue luego llevado por los padres locos de alegría a cumplir la promesa. María Auxilium Christianorum, ora pro nobis. El 21 de mayo ordenaba monseñor Balma de sacerdotes, en la iglesia de los Paúles de Turín, a don Carlos Ghivarello, don Juan Boggero, don Juan Bonetti y don Juan B. Anfossi. El mismo día recibía el presbiterado don Celestino Durando en Mondoví, de manos de monseñor Ghilardi. Entre tanto proseguían los trabajos de los cimientos de la iglesia y María Auxiliadora continuaba concediendo gracias a sus devotos. La condesa Cravosio Anfossi escribía así a don Miguel Rúa en 1891. ((**It7.668**)) El año 1864, después de varias contrariedades, sufrí una fortísima hemorragia por la nariz, que se renovó varias veces, pero la segunda parecía que se hubiese roto una vena. Como no cesaba la pérdida de sangre, me confesé en la cama. A fuerza de remedios cesó el mal, pero al menor cambio de aire o al más pequeño descuido, se renovaba la hemorragia, que me ocasionaba un gran mal físico y moral. Fui a ver a don Bosco y le rogué que me diese la bendición de la Virgen. Don Bosco me dijo: -Y si, al cesar esta efusión, viniese otra enfermedad? -Don Bosco, le respondí; póngase usted de acuerdo con la Virgen, porque, si me concede la gracia, como espero, la hará completa. Don Bosco entonces encendió dos velas; yo me arrodillé y oía que el venerable Siervo de Dios, decía oraciones en latín, rezaba para que la Santísima Virgen me librase de todos los peligros de la sangre. Llena de confianza en la bondad de la Madre de Dios y en las oraciones de su predilecto don Bosco, estaba segura de alcanzar (**Es7.566**))
<Anterior: 7. 565><Siguiente: 7. 567>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com