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((**Es7.505**) más que unos minutos de vida, cuando sacó las manos intentando levantarlas en alto. Don Bosco se las tomó y las juntó para que nuevamente las apoyara sobre la cama. El las soltó y las elevó de nuevo a lo alto sonriente, y con los ojos fijos, como quien mira un objeto de suma satisfacción. Creyendo que tal vez desease el crucifijo, don Bosco se lo puso en las manos, y él lo tomó, lo besó y lo colocó sobre ((**It7.595**)) la cama, levantando enseguida con impetuosa alegría los brazos al aire. En aquel instante su rostro parecía más sano y sonrosado que en su estado normal de salud. Brillaba su rostro con tal y tan hermoso resplandor que hizo desaparecer las luces de la enfermería. Todos los presentes, que eran diez, quedaron asustados y atónitos; en profundo silencio tenían su mirada fija en el rostro de Besucco. Pero aumentó la maravilla cuando el enfermo, levantando un poco la cabeza y alargando las manos cuanto podía, como quien estrecha la mano de una persona querida, comenzó a cantar con voz alegre y sonora: Load a María, la Reina del cielo. Luego, hacía esfuerzos para elevar más el cuerpo, que en realidad se iba levantando, mientras, con las manos juntas, se puso de nuevo a cantar devotamente: íOh, Jesús, de amor encendido! Yo quisiera no haberte ofendido. El enfermo parecía convertido en un ángel con los ángeles del paraíso. Para romper el estupor de los presentes, dijo don Bosco: -Creo que en este momento nuestro Besucco recibe alguna gracia extraordinaria del Señor o de su Madre celestial, de la cual fue tan devoto en vida. Acaso vino Ella a invitar a su alma para llevarla al cielo. Besucco prosiguió su canto, mas sus palabras se paraban e interrumpían como quien contesta a amorosas preguntas: Después se dejó caer lentamente sobre el lecho. Cesó la luz maravillosa, su rostro se puso como antes; aparecieron las otras luces y el enfermo no daba señal de vida. Pero, advirtiendo que no se continuaba rezando y que no le sugerían más jaculatorias, se volvió a don Bosco diciéndole: -Ayúdeme, recemos. Eran las once: quería hablar pero no pudo más, sólo dijo esta palabra: <<<>>>. Con ella reclamaba la bendición del crucifijo con la indulgencia plenaria in artículo mortis, gracia pedida por él muchas veces. (**Es7.505**))
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