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((**Es7.473**) Al ver pasar al siervo de Dios, le siguió por un buen rato con los ojos fijos en él, y después, volviéndose a mí, un poco turbado, me dijo: >>-Quién es ese sacerdote? >>-Por qué lo preguntas?, añadí yo. Aún no lo conoces? >>-Es que esta mañana fuí a confesarme con él y me dijo todos los pecados cometidos en mi casa. >>-Ese sacerdote, amigo mío, es don Bosco, nuestro padre y superior; el mejor y mayor amigo de los muchachos, especialmente de los que quieren ser buenos. >>Recuerdo todavía que durante mis tres años de bachillerato, de 1862 al 1865, después de comer y de cenar, don Bosco estaba siempre rodeado de alumnos estudiantes que paseaban con él durante el recreo. De vez en cuando, miraba fijamente a la cara de alguno que parecía distraído y luego le daba un cachete. Ante aquel inesperado ademán quedábase el muchacho como atontado, pero don Bosco, riendo, tomaba su cabeza entre las manos y le decía al oído: >>-Tranquilo; no te he pegado a ti, sino al demonio. >>Un muchacho, cosa que sucedía todos los días, le declaró que era atormentado con malos pensamientos y don Bosco le dijo bajito: >>-No temas; quédate a mi lado. >>Otras veces repetía a alguno que también encontraba angustiado: >>-No tengas miedo, esos pensamientos e imaginaciones ((**It7.555**)) no son pecado. Atento a las obras. De los pensamientos hay que hacer el mismo caso que si fueran moscas, que zumbaran en tus orejas; o el rumor de un avispero. Estas cosas son hijas de tu imaginación demasiado aprensiva, pero vendrá un tiempo en el que con un solo acto de voluntad podrás desecharlas y no te molestarán más. >>Por esta razón los muchachos aceptaban, con la mayor facilidad, los mandatos, consejos, y hasta reprensiones de don Bosco, lo cual no sucedía siempre con cualquier otro superior. >>Una vez dijo don Bosco a un alumno, íntimo amigo mío: >>-Mira, necesitaría que tuvieras una obediencia ciega. >>-Sí, a don Bosco siempre le he prestado esta obediencia y siempre lo haré con todas las órdenes y deseos que vengan directamente de él, pero no a los demás. >>-Por qué a mí sí y a los otros no? >>-Porque sé que usted tiene luces sobrenaturales y poseo pruebas de ello; pero los otros superiores, aunque buenos y santos, no gozan por ahora, que yo sepa, de estas inspiraciones y, por consiguiente, al no conocer mi carácter, me perjudicarían y me harían (**Es7.473**))
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