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((**Es7.471**) tanto más necesarios cuanto que comenzaba el curso. Y qué diremos nosotros? Nos aventuraremos a dar una explicación? El pozo es aquél que el libro de los Provervios denomina: Fovea profunda, ((**It7.552**)) puteus angustus y que termina en puteum interitus, como asegura el Salmo LIV. Fosa profunda, pozo estrecho, pozo de perdición. En él está el demonio de la impureza, como explica san Jerónimo en la Homilía XI de la primera epístola de san Pablo a los Corintios. En el sueño no parece que se trate de almas ya esclavas del pecado, sino de las que se exponen al peligro de cometerlo. Comienza con la bagatela y la alegría de un recreo, pero pronto cambia la escena. Los pequeños saltan el pozo sin dificultad y con toda seguridad, porque en ellos aún no están vivas las pasiones, nada entienden del mal, la diversión absorbe todos sus pensamientos y el ángel del Señor protege su inocencia y sencillez. Pero no se dice que volvieran a saltar, pues tal vez obedecieron al aviso de un amigo. Los otros mayores se disponen a saltar. No tienen experiencia, no son ágiles como los pequeños; sienten el peso de las primeras luchas para conservar la virtud: la serpiente está escondida. Parece que se preguntaran: -Acaso existe un peligro mortal en arriesgarse a saltar el pozo? Y sin más, comienzan a saltar. Un primer brinco consiste en contraer ciertas amistades particulares; aceptar un libro no aprobado por la censura; en dar cabida en el corazón a un afecto demasiado vehemente. Es un salto, el acostumbrarse a ciertos tratos demasiado libres, el separarse de los buenos compañeros, el faltar a ciertas reglas o avisos, a los que los superiores conceden mucha importancia para las buenas costumbres. Pero el primer salto ocasiona la primera herida de la serpiente venenosa. Algunos salían incólumes, y adoctrinados por la prudencia no repetían la prueba; pero había también quienes, despreciando el peligro, volvían a afrontarlo, para su daño, de una manera temeraria. El que cayó en el pozo y fue arrojado fuera, parece simbolizar la caída en pecado mortal, quedando la esperanza de volver a sanar mediante los Sacramentos. Del que queda en el pozo sólo hay que decir: qui amat periculum in illo peribit. (El que ama el peligro, perece en él). (**Es7.471**))
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