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((**Es7.458**) La noticia produjo el efecto de una chispa eléctrica. Se volvieron todos hacia el Jefe de estudios: dio éste una señal de asentimiento y todos corrieron escalera abajo. Le rodearon, aplaudían, besándole la mano, y repetían: -íViva don Bosco! Cuántas veces hemos presenciado estos improvisados estallidos de entusiasmo irrefrenable. Los aprendices se agolparon a las puertas de los talleres y hacían eco a los estudiantes. En medio de la alegre turba llegó don Bosco hasta los pórticos, dio a entender que quería hablar y dijo: -íQueridos míos! Mañana es la fiesta de la pureza de María Santísima y hay que celebrarla bien; voy a presentarme al Prefecto y bajo enseguida al coro. Entonces unos corrieron a la iglesia para confesarse y otros volvieron al estudio. La tarde del domingo 18 de octubre, don Bosco, para completar el personal de Mirabello, a medida de la necesidad, imponía la sotana a los jóvenes Belmonte, Alessio y Nasi. Asistió a esta devota ceremonia la madre de Domingo Belmonte, la cual, profundamente conmovida, dijo a don Bosco: -He tenido hoy una gran satisfacción, pero seguro que no tendré la de oír su primera misa. Temo no llegar a ver a mi hijo sacerdote. Don Bosco, sonriendo, le respondió: -No lo tema; le verá celebrar la santa misa y hasta se confesará con él. A la buena mujer y al hijo les pareció, en efecto, extraña e imposible aquella predicción. Llegó el tiempo de las sagradas ordenaciones y el 15 de septiembre de 1870 Belmonte fue ordenado sacerdote, estando todavía en el colegio de Mirabello. Su madre exteriorizaba su alegría al asistir a la primera misa del hijo. Muchas otras veces tuvo esta fortuna y debió reconocer ((**It7.537**)) que la primera parte de la profecía de don Bosco se había cumplido. Parecía, sin embargo, bastante más difícil la realización de la segunda porque don Domingo Belmonte se hallaba siempre en lugares lejanos de la casa paterna y raras veces veía a sus padres. Mas he aquí que en 1878, siendo director del colegio de Borgo San Martino, su madre, que gozaba de buena salud, subió al desván de la casa para tender la ropa, le picó un insecto y le transmitió el carbunco. Don Domingo Belmonte fue llamado por telégrafo y acudió a toda prisa a Genola. La enfermedad duró apenas dos días. La enferma había recibido todos los sacramentos, pero próxima a morir (**Es7.458**))
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