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((**Es7.445**) comprendidos los del mismo Director. Don Bosco afirmaba que los alumnos debían reconocer que también los superiores están sujetos al Reglamento, que cumplían su deber y no actuaban a su capricho cuando exigían obediencia, tomaban medidas de cuidado, reprendían y hasta obligaban si era menester. Esta lectura debía constituir a los alumnos en testigos de la fidelidad de los superiores y sus obligaciones, de modo que éstos, como modelos, pudiesen decirles francamente: -Yo obedezco; obedeced también vosotros. A algunos no les cuadraba esta disposición, pero don Bosco, preguntado más tarde por nosotros, confirmó que él quería esta lectura y que la practicó en el Oratorio mientras pudo. Pero el reglamento debía ser interpretado de acuerdo con el espíritu de las tradiciones del Oratorio, las cuales ponían como base de la educación de los alumnos la frecuencia de los sacramentos. Y a fin de que ésta tuviese primacía de honor en un colegio, don Bosco había establecido que el Director espiritual, en la persona del Superior, fuese la primera dignidad y autoridad. A él correspondía predicar, dar clase de teología, dirigir la platiquita de la noche después de las oraciones. Era el confesor ordinario de la comunidad. Debía hallarse puntualmente en el confesonario cada mañana durante la misa y por la tarde de cualquier ((**It7.521**)) víspera de día festivo, o del ejercicio de la buena muerte, es decir, copiar en sí mismo el celo de don Bosco por la salvación de las almas. Al mismo tiempo había que invitar a confesores externos cada semana y en ciertas ocasiones con más frecuencia. Los muchachos gozaban de plena libertad para elegir confesor; no se les obligaba a recibir la santa comunión, sino que se les animaba proporcionándoles toda facilidad. Con motivo de comuniones generales no se prescribía ningún orden para salir de los bancos y acercarse al altar, a fin de que no fuese advertido quien no comulgaba. La función de Director era paternal y, por tanto, apta para ganarse el corazón y la confianza de los muchachos y no debía asumir por ningún motivo la más mínima incumbencia odiosa. Estas correspondían a los otros superiores. El Prefecto estaba encargado de la gestión administrativa, la disciplina de todo el colegio, recibir y distribuir, despachar la correspondencia postal y despedir a un alumno. Para evitar ciertos compromisos entre el Director y los padres de los alumnos, solamente el Prefecto tenía despacho junto a la portería, donde conservaba todos los registros y atendía a las visitas. (**Es7.445**))
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