Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es7.426**) que le ayude a perseverar en el bien, aquél para alcanzar una buena muerte. Se ven continuamente muchos jóvenes y viejos, ricos y pobres, campesinos y señores, caballeros, condes, marqueses, artesanos, comerciantes, hombres y mujeres, vaqueros y estudiantes de toda condición que se acercan a los santos sacramentos de la confesión y comunión y van después a los pies de la hermosa imagen de María Santísima para implorar su celestial protección. En medio de tanta gente mi corazón experimentaba un vivo pesar. Por qué? Porque no veía a mis queridos muchachos estudiantes. íAh, sí; porque no puedo tener aquí a mis hijos para llevarlos a los pies de María, ofrecérselos a Ella, colocarlos bajo su poderoso auxilio y hacerlos a todos nuevos Domingos Savio u otros tantos San Luises. Para consolar mi corazón, me coloqué ante su milagroso altar y le prometí que, al regresar a Turín, haría todo lo posible para insinuar en vuestros corazones la devoción a María. Y encomendándome a Ella, he pedido estas gracias especiales para vosotros. -María, le dije: bendecid a toda nuestra casa, alejad del corazón de nuestros muchachos hasta la sombra del pecado. Sed guía de los estudiantes, sed para ellos el asiento de la verdadera sabiduría, que todos sean vuestros, siempre vuestros, y tenedlos siempre por vuestros hijos; conservadlos siempre entre vuestros devotos. Creo que la Santísima Virgen me haya escuchado y confío en que vosotros me ayudaréis para que podamos corresponder a la voz de María, a la gracia del Señor. Que la Santísima Virgen María me bendiga a mí y os bendiga a todos vosotros; que Ella desde el cielo nos ayude mientras nosotros pondremos todo nuestro esfuerzo para merecer su santa protección en la vida y en la muerte. Así sea. Desde el Santuario de Oropa, 6 de agosto, 1863. Afectísimo amigo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. Don Bosco, según narra la crónica, visitó al obispo de Biella, monseñor Losana, y regresó a Turín, para salir de nuevo hacia Montemagno. Había sido invitado para predicar allí un triduo ((**It7.499**)) de preparación a la fiesta de la Asunción de María al cielo. Llegó a Asti, donde le esperaban muchos, en el primer tren de la mañana. Fue a visitar enseguida al párroco de Santa María la Nueva, donde tuvo que sentarse en el confesonario y atender a un crecido número de penitentes. Fue, luego, a casa de su amigo el señor Cerrato; confesó a algunas personas antes de comer y a continuación pronunció una conferencia de propaganda de las Lecturas Católicas. Después de comer le llamaron a una iglesia próxima, donde también quisieron confesarse con él varias personas. Don Bosco les atendió, sintiendo negarse a continuar porque debía apresurarse para tomar el coche, que partía a las tres para Montemagno. Pero resultó que éste, después de haberle esperado un rato, ya se había marchado. Iban a dar las cuatro. Don Bosco había pagado ya su billete y le esperaban sin falta (**Es7.426**))
<Anterior: 7. 425><Siguiente: 7. 427>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com