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((**Es7.385**) -Por favor, quién es usted? -Soy el sacerdote Juan Bosco, director del centro llamado Oratorio de San Francisco de Sales, cuya finalidad es la de recoger muchachos pobres para educarlos, instruirlos y darles un honrado porvenir. -Celebro conocerle y le felicito por el noble ministerio que desarrolla; pero usted no debe alejarse de la laudable misión que se ha fijado. Se dice que su filantrópico instituto ha degenerado y que se ha convertido en un conciliábulo de reaccionarios y que usted no quiere someterse a las órdenes de la autoridad escolástica. He aquí la razón por la que se ordenó una visita a sus escuelas. Creo, por lo demás, que el señor inspector habrá tenido las debidas atenciones con usted y sus alumnos, como precisamente ordené. -Desconozco las órdenes dadas por Su Excelencia, pero puedo asegurarle que la inspección llegó hasta las interioridades de los alumnos; se hicieron preguntas más relacionadas con la política que con los programas de enseñanza, y algunos alumnos fueron interrogados hasta sobre cosas de confesión. Ya había hecho algo parecido el señor Gatti hace tres años, por lo que mereció la desaprobación del mismo ministro Mamiani. -No era esta la misión de Gatti, ni la del profesor que yo he enviado. Ellos deben presentarme el informe de la inspección por mí ordenada; y podré obtener de ellos las informaciones que espero. Al llegar aquí tocó el Ministro la campanilla, presentóse un ujier, y le mandó llamar a los dos mencionados señores. Llegaron uno tras otro y, con el crepúsculo del anochecer, no advirtieron la presencia de don Bosco. Después de la invitación del Ministro, se sentaron junto a él para dialogar. Este, dirigiéndose al inspector, preguntó: ((**It7.450**)) -Cómo resultó la visita hecha a las escuelas de don Bosco? -Como era de esperar, Excelencia. Por el informe que tendré el honor de entregarle, podrá Su Señoría hacerse una idea del mal espíritu que reina en aquel Centro. -Yo le encargué, por medio del señor Gatti, que examinara la situación legal de los maestros y de las materias impartidas; ahora bien, cómo resultaron estos dos puntos? -Poco satisfactorios, Excelencia; piense que en ese Centro ni siquiera encontré el retrato de nuestro augusto Soberano. -Pero, qué ha de decir acerca de la legalidad de los maestros y de la enseñanza?, replicó el Ministro un poco enojado, al ver que el (**Es7.385**))
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