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((**Es7.341**) -Sin embargo el Delegado me autorizó los actuales profesores para el año olástico en curso. -El no puede hacer esto: tiene usted algún escrito? -Sí, he aquí una copia de su decreto. -Pero si él no puede, repitió Gatti leyendo varias veces, no puede, no puede; esto no es de su competencia. Voy a escribirle enseguida reprobando su abuso de poder. Es un ignorante y hay que ponerle al corriente. -Yo desconozco los límites de sus poderes, concluyó don Bosco; pero sé que en los asuntos escolásticos de la provincia de Turín, todos tienen por jefe al Delegado Provincial de enseñanza. Por consiguiente, de momento me retiro a casa tranquilo, pero de todos modos, si V. S. tuviera alguna orden contraria a este decreto, le ruego tenga la bondad de advertírmelo para mi norma. Al ver la indignación de Gatti, don Bosco entendió que podía temer de él cualquier dolorosa sorpresa; así que al salir ((**It7.397**)) del Ministerio fue inmediatamente al Delegado Provincial, a quien contó todo. Este, al oír las palabras de Gatti contra él, montó en cólera. -Yo ignorante? comenzó a decir Selmi; yo ignorante...? El sí que es un imbécil. Siempre le suspendían en los exámenes, obtuvo el título de profesor no por mérito, sino por gracia y recomendación real. Alcanzó el puesto que ocupa a fuerza de reverencias y cortesanías y se atreve a llamar ignorantes a los demás: Pero dejemos de lado todo esto. Don Bosco, vuelva tranquilo a su casa. Al autorizar a sus maestros, hice lo que podía y debía. Si alguien diera órdenes contra mi aprobación, no tema, que ya sabré yo sacarle del atolladero. Como se ve, sucedió entonces todo lo contrario de lo que acaeció entre Herodes y Pilatos, que de enemigos se hicieron amigos. Gatti y Selmi, por el contrario, se convirtieron en adversarios; pero esta enemistad, no prevista ni queriada por don Bosco, resultó, por divina disposición, de gran utilidad para el Instituto, cumpliéndose lo de la fábula: <>. Y el que salió ganando fue el Oratorio. En efecto, Gatti escribió varias cartas resentidas a Selmi y éste le devolvió la pelota; pero, mientras los dos funcionarios del Gobierno se tiraban de los pelos entre sí, las escuelas de Valdocco marchaban hacia adelante y el decreto de aprobación obtenía su pleno vigor. En cuanto a la admisión a los exámenes de aptitud, don Bosco recibió una negativa del Ministerio, basada en las fútiles razones ya (**Es7.341**))
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