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((**Es7.333**) Pero, en medio de tanto motivos de aflicción, tenemos también de qué consolarnos. Creció mucho el respeto y la veneración de Vuestra Santidad entre los buenos; se mantuvo y aumentó bastante, aun entre los mismos adversarios de la fe. Esto es debido a la conducta intachable, a las buenas obras, a la firmeza de Vuestra Santidad. Omnia ad majorem Dei gloriam. (Todo a la mayor gloria de Dios). La muerte, el destierro de bastantes obispos, sembró el desaliento entre los menos fervorosos e hizo ciertamente que el clero se uniese más entre si, llevando exclusiva y directamente el pensamiento al centro de la verdad, al Vicario de Jesucristo. Los obispos siguen siempre unidos; el clero de las otras provincias, flens dico, (lo digo llorando) se ha desprestigiado en gran número. El único consuelo ante este desastre es la firmeza y la prudencia de los obispos con la que lograron impedir la caída de muchos más y consiguieron el arrepentimiento de otros. Diré algo extraño, pero que juzgo verdad. En este momento, parece que los obispos hagan más bien desde el destierro y desde las cárceles, que tal vez no harían en sus diócesis; porque, con su testimonio, publican y defienden el principio de la autoridad divina en su cabeza visible que es la base de nuestra santa religión católica. Aunque somos testigos de frecuentes expoliaciones de lugares y personas sagradas, no obstante nada faltó, hasta ahora, de cuanto se refiere al culto divino. Se levantaron muchas iglesias o se van restaurando. Solamente en Turín se están construyendo cuatro iglesias destinadas a Parroquias, una en honor de María Auxilium Christianorum. Y puesto que Vuestra Santidad tuvo ya otra vez la gran dignación de oírme hablar de los oratorios, contaré algo de los mismos. Son actualmente cinco, en los que hay una satisfactoria asistencia de jóvenes, que van a oír la palabra de Dios y recibir los santos sacramentos. El número de los que asisten en los días festivos, pasa regularmente de tres mil. En el oratorio de san Francisco de Sales encuentran asilo, escuelas, y se reúnen jóvenes de todas las partes de la ciudad en los días festivos. Los internos de esta nuestra casa son setecientos, de ellos quinientos cincuenta aspiran al estado eclesiástico; todos los años llegan unos cuantos al sacerdocio y marchan a distintos pueblos a ejercer el santo ministerio. Entre tanto, Beatísimo Padre, los jóvenes de nuestro Oratorio siguen rezando por la conservación de los preciosos días de Vuestra Santidad y por el triunfo de la santísima madre Iglesia. Todos los días se distribuye un considerable número de comuniones; mañana y tarde se elevan plegarias a la bienaventurada Virgen Inmaculada; durante el día se hacen frecuentes visitas al Santísimo Sacramento y todo para implorar de la divina misericordia que se digne mitigar los males que, desde varios años, se hacen sentir gravemente en nuestros pueblos, y renueve los hermosos días de paz para la Iglesia y para el mundo. Mas, a pesar de todo, Beatísimo Padre, hemos de hacer todavía el gran camino per ignem et aquam, (a través del fuego y del agua), y este viaje que parecía lejano, ahora está muy próximo. Vuestra Santidad secunde la gran inspiración que Dios sugiere a su corazón proclamando por todas partes la veneración al Santísimo Sacramento y la devoción a la Virgen bienaventurada, que son las dos áncoras de salvación para la pobre humanidad. Muchos fieles ruegan por Vos, Beatísimo Padre, para que, en el tiempo de la prueba, la Santísima Virgen le sirva de seguridad y apoyo; y Jesús sacramentado le libre de los peligros. ((**It7.388**)) Habiendo tenido el gran consuelo de hablar por la presente con Vuestra Santidad, ruego compadezca benignamente el atrevimiento al que me lanzó el gran afecto que aquí sentimos por su sagrada persona. Dígnese, en fin, añadir aún un rasgo de especial bondad, impartiendo su santa (**Es7.333**))
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