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((**Es7.312**) que algunos jóvenes ya se habían marchado y otros tendrían que hacerlo, para alejar las espadas de la casa, comenzó a comentar la astucia de los tales, como él la llamaba; y a propósito de ello refirió el siguiente hecho: >>Un joven escribió hace poco tiempo a su casa endosando a las personas más dignas del Oratorio, como superiores y sacerdotes, graves calumnias e insultos. Temiendo que don Bosco pudiese leer aquella carta, estudió y encontró la manera de que llegase a manos de sus parientes sin que nadie lo pudiese impedir. La carta salió por la tarde, lo llamé; se presentó en mi habitación y tras de hacerle recapacitar sobre su falta, le pregunté el motivo que le había inducido a escribir tantas mentiras. El negó descaradamente el hecho; y yo le dejé hablar; después, comenzando por la primera palabra, le repetí toda la carta. >>Confundido y asustado, se arrojó llorando a mis pies, diciendo: >>-Entonces mi carta no ha salido? >>-Sí, le respondí; a esta hora está en tu casa; pero debes pensar en la reparación. >>Algunos preguntaron al siervo de Dios cómo lo había sabido; y don Bosco respondió sonriendo: >>-íAh, mi astucia... !>>. Esta astucia debía ser la misma del sueño, que no sólo se refería al momento presente, sino a la vida futura de cada alumno, uno de los cuales, que sostenía estrecha relación con don Miguel Rúa, le escribía así a la vuelta de muchos años. Es de advertir que la carta lleva el nombre y apellido del comunicante con el nombre de la calle y el número de su casa en Turín. ((**It7.362**)) Queridísimo Padre (don Miguel Rúa): ...Recuerdo entre otras cosas una visión que tuvo don Bosco en 1863, do yo estaba interno en su casa. Vio en ella el futuro de todos los suyos y él mismo nos lo contó después de las oraciones de la noche. Fue el sueño del elefante (Describe aquí cuanto hemos expuesto y sigue): don Bosco, al terminar la narración, nos dijo: Si deseáis saber dónde estabais, venid a mi habitación, y yo os lo diré. Yo también fui. -Tú, me dijo, eras uno de los que corrían junto al elefante, antes y después de las funciones religiosas, y naturalmente, te apresó, te lanzó por los aires con la trompa y al caer quedaste malparado, de forma que no podías escapar aunque hicieras esfuerzos. Luego, un compañero tuyo sacerdote, desconocido por ti, se acercó, te agarró por un brazo y te trasladó hasta el manto de la Virgen. Te salvaste. Esto no fue un sueño, como expresaba don Bosco, sino una verdadera revelación del futuro, que el Señor hacía a su Siervo. Acaeció durante el segundo año de mi estancia en el Oratorio, en una época en la que yo era modelo de mis compañeros, lo (**Es7.312**))
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