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((**Es7.274**) para servir a la Historia. Más aún, nos consuela el pensamiento de poderlos excusar, al menos en parte, diciendo que no sabían lo que se hacían. En verdad algunos de ellos, apenas conocieron mejor las cosas, de enemigos se trocaron en amigos, y alguno hasta se convirtió en abogado de don Bosco y de sus muchachos. Pero sigamos adelante. A la cabeza de los adversarios estaba el caballero Esteban Gatti, Jefe de División en el Ministerio de Instrucción Pública, ya bastante conocido por nuestros lectores. En esta ocasión no tomaron los enemigos como pretexto la política, sino la legalidad de la enseñanza que se daba en las escuelas del Oratorio. Razonaban de este modo, al presentar su batalla: -Don Bosco se sirve de profesores faltos del diploma legal para sostener abiertas sus escuelas; no puede en este momento pagar, ni sobre todo encontrar titulados, porque su Institución vive de la caridad y el curso escolar ya está en marcha; por consiguiente, obliguémosle a proveerse de tales profesores, y así lograremos que tenga que cerrar las escuelas. Una vez que establecieron su plan, aquellos señores, que tenían en su mano el poder, esperaron el momento oportuno para comenzar su fácil ejecución. Pero don Bosco, conocedor de sus intenciones y oliéndose el poste, creyó oportuno ir a hablar con el caballero Gatti e intentar ablandarlo. Recibióle éste con fingida afabilidad y cortesía y sugirióle que presentase sus maestros al examen de capacidad para la enseñanza, que estaban esperando. ((**It7.317**)) Respondió éste así, porque creía que los maestros del Oratorio andaban a mil kilómetros de distancia de la preparación necesaria para pasar con seguridad unos exámenes dificilísimos, y cuando supo que ellos estaban dispuestos a la prueba y pedían someterse a ella, felicitó calurosamente a don Bosco. Pero, a partir de aquel momento, se calentó la cabeza buscando pretextos para que no fueran admitidos a los exámenes, como vamos a ver a continuación. Don Bosco no se había dejado ilusionar por aquellas lisonjas, sino que había entendido muy bien que no había más que un solo camino abierto para conseguir su fin. Ya se lo había previsto por carta al canónigo Vogliotti, y ahora dirigía una instancia al Ministerio para que autorizase a sus maestros a presentarse a un examen que juzgase de su idoneidad. (**Es7.274**))
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