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((**Es7.262**) retórica, para decirle que viniese al Oratorio. Belmonte fue; y, preguntando por el joven, le dijo: -Toma tus cosas y ven conmigo al Oratorio. -Te envía don Bosco? -Sí. Y sin más, el muchacho vino al Oratorio, estudió y se licenció en letras, obteniendo después una cátedra en Roma. Murió a fines de 1889. Al contemplar aquella multitud de jóvenes, alguno de la casa preguntó a don Bosco: -Pero, cómo hará para mantenerlos? Don Bosco sonriendo dijo: -íEh! El Señor que me los envía me los mantendrá. Y le gustaba bajar al patio, mezclarse con ellos y entretenerles con sus admirables ocurrencias. Estudiaba mientras tanto atentamente su índole, sus inclinaciones, sus deficiencias, su progreso, su retraso en el bien, la vocación que aparecía en cada uno. Era este estudio, creemos nosotros, como el primer grado de esa gracia que regala el Señor a un siervo suyo para la dirección de los espíritus. Y ésta se obtiene con la prudencia, la oración y la paciente caridad. Por esto, don Bosco se servía de aquella expresión de san Pablo a los Tesalonicenses, que repetían a menudo sus labios, como de un aviso para sus colaboradores en toda circunstancia y asunto: Omnia probate, quod bonum est tenete (examinadlo todo y quedaos con lo que es bueno) 1. El tenía siempre un episodio, una palabra que interesaba y distraía a sus pequeños amigos. Nos escribía Jerónimo Suttil, a propósito de una palabra dicha por él el 21 de noviembre del año 1884. <((**It7.303**)) los clérigos Durando y Jarac, el muchacho Lasagna y otros. Don Bosco (aún me parece verlo) movió el dedo índice en derredor, sin detenerse ante ninguno y dijo estas precisas palabras: -Uno de vosotros un día será Obispo. Estas palabras quedaron impresas en mi mente, como todas las 1 Tes. V, 21. (**Es7.262**))
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