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((**Es7.213**) >>-Ayer noche os anuncié que hoy os iba a contar la segunda parte del sueño, pero muy a pesar mío creo que no debo mantener mi palabra. >>Seguidamente, se oyó por todas partes un murmullo que indicaba la contrariedad y el disgusto general. Don Bosco, después de dejar que se serenasen los ánimos, prosiguió: >>-Qué queréis? Lo pensé ayer noche, lo he pensado hoy y me he convencido de que no es conveniente contar la segunda parte del sueño, pues contiene cosas que no querría se supiesen fuera de casa. Contentaos, pues, con sacar algún provecho de lo que os dije al narraros la primera parte. >>Al día siguiente, 22 de agosto, le rogamos insistentemente que si no quería hacerlo en público, al menos nos contase en privado la segunda parte del sueño. Se resistía a condescender con nuestros deseos, mas después de reiteradas súplicas accedió y nos aseguró que por la noche continuaría el relato. Así lo hizo. Rezadas las oraciones, continuó: -Dadas vuestras continuas peticiones, narraré la segunda parte del sueño. Si no todo, al menos os diré lo que puedo referiros. Pero antes es necesario que os ponga una condición, a saber, que nadie escriba ni diga fuera de casa lo que voy a contar. Comentadlo entre vosotros, tomadlo a risa si queréis, haced lo que os plazca, pero sólo entre vosotros. Mientras hablábamos aquel personaje y yo, sobre el significado de la cuerda y de la serpiente, me volví hacia atrás y vi algunos jóvenes que recogían pedazos de carne de la serpiente y se los comían. Entonces les grité inmediatamente: -Pero qué es lo que hacéis? Estáis locos? No sabéis que esa carne es venenosa y que os hará mucho daño? -No, no, me respondían los muchachos; está muy buena. Pero, después de haberla comido, caían al suelo, se hinchaban y se tornaban duros como una piedra. Yo no sabía qué hacer, porque a pesar de aquel espectáculo, cada vez era mayor el número de los que comían de aquellas carnes. Yo gritaba a uno y a otro; daba bofetadas a éste, un puñetazo a aquél, intentando impedir que comiesen; pero era inútil. Aquí caía uno, mientras allá comenzaba otro a comer. Entonces llamé a los clérigos en mi auxilio y les dije que se mezclasen entre los jóvenes y se industriasen de manera que ninguno comiese aquella carne. Mi orden no tuvo el efecto deseado, sino que algunos de los ((**It7.243**)) mismos clérigos se pusieron también a comer carne de la serpiente y cayeron al suelo igual que los demás. Yo estaba fuera de mí, al ver a mi alrededor a tan gran número de muchachos tendidos por tierra en el más miserable de los estados. Me volví entonces al desconocido y le dije: -Pero qué quiere decir eso? Estos jóvenes saben que esa carne les ocasiona la muerte, y con todo la comen. Cuál es la causa? El me contestó: (**Es7.213**))
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