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((**Es7.122**) quedó solo en el dormitorio. A las diez vino a verle el enfermero para comunicarle que el médico llegaría dentro de unos instantes, que se levantase y fuese a la enfermería para hablar con él y pedirle el certificado que le había dicho don Bosco. >>Poco después se oyó la señal de la llegada del médico y un muchacho del dormitorio contiguo al de Maestro, que también estaba indispuesto, se acercó a la puerta del de aquél y dijo en alta voz: >>-Maestro, Maestro, es hora de ir a la visita del médico. >>Lo llamó una y otra vez pero Maestro no respondía. Creyó el compañero que se había quedado dormido. Entonces se acercó a su cama, lo tomó por un brazo, lo volvió a llamar, lo sacudió, pero Maestro seguía inmóvil. >>Imposible explicar el espanto del muchacho; comenzó a gritar inmediatamente: >>-íMaestro ha muerto, Maestro ha muerto! >>Corrió a comunicar la noticia a la enfermería y el primero con quien se topó fue con don Miguel Rúa, el cual aún llegó a tiempo para dar la absolución al moribundo, mientras exhalaba el último suspiro. Enseguida se comunicó la desgracia a don Víctor Alasonatti, y yo (dice Bonetti) fui a llamar a don Bosco. ((**It7.132**)) La noticia de la muerte corrió como un relámpago por clases y talleres. Muchos acudieron al dormitorio y se arrodillaron ante el cadáver, rezando por el alma del difunto. Algunos esperaban que estuviese aún vivo, y se acercaron al lecho con tisanas y licores fuertes. Pero todo fue inútil. Cuando llegó don Bosco, apenas lo vio, perdió toda esperanza: aquella vida se había apagado. >>El pesar era general, especialmente porque Maestro se había ido de este mundo sin tener al lado ni un solo compañero. >>Don Bosco, al contemplar la consternación que se había apoderado de los muchachos, los tranquilizó sobre la salvación eterna de Maestro. >>Había comulgado el miércoles, y desde la festividad de los Santos hasta la fecha había observado una conducta tal, que daba a entender que aquel jovencito estaba preparado para morir. >>Clérigos y jóvenes desfilaron ante el cadáver y, al llorar su muerte, reconocían que con ella se había cumplido el sueño de don Bosco. >>El siervo de Dios habló por la noche a todos de tal forma, que arrancó las lágrimas de su auditorio. Hizo resaltar cómo Dios se había llevado a dos jóvenes del Oratorio en el espacio de nueve o diez días, sin que ninguno de los dos hubiese podido recibir los auxilios de la religión. (**Es7.122**))
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