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((**Es6.79**) que rezaba esta oración, porque se veían correr las cuentas entre sus dedos, pero sus labios no se movían, y tenía los ojos fijos en Bernardita. Esta, asustada en el primer momento, sacó su rosario, pero no tuvo fuerzas para hacer la señal de la cruz; la Señora se santiguó como para animarla. La muchacha sintió entonces desvanecerse todo su temor y con gran alegría comenzó a rezar el rosario. Cuando lo terminó desapareció la visión. Desde el once de febrero al dieciséis de julio, tuvo Bernardita, ella sola, y en el mismo lugar, dieciocho apariciones. El dieciocho de febrero la Señora dejóle oír su voz, por vez primera, diciendo: -Hazme el favor de venir aquí durante quince días seguidos. De entre las pocas palabras que la Señora pronunció, ora sonriente, ora triste, son memorables las siguientes: -Yo no te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro. Deseo que venga aquí mucha gente. íRezad por los pecadores! ((**It6.92**)) íPenitencia, penitencia, penitencia! íHija, comunica de mi parte a los sacerdotes que deseo me levanten aquí una capilla! El veinticinco de febrero Bernardita, obedeciendo el mandato de la Señora, excavó con las manos un hoyito en el suelo, en un rincón árido y oscuro de la gruta y brotó una fuente de agua perenne, que aún al presente mana unos cinco mil litros de agua por hora. El veinticinco de marzo, después de preguntarle por tres veces su nombre, respondió con inefable dulzura: -Yo soy la Inmaculada Concepción. Ya, desde la primera aparición, la gente enterada de lo ocurrido, acudía a la gruta por millares; el agua de la fuente operaba innumerables milagros más claros que el mismo sol, y no daban abasto los confesores para atender a los fieles que deseaban reconciliarse con Dios. Así comenzó esa serie de maravillas que hicieron del santuario de Lourdes un testimonio continuo del poder de la Virgen María. Los muchachos del Oratorio, cada vez más enardecidos de amor a la Virgen con estos relatos, celebraron aquel año la novena y la fiesta de la Inmaculada con particular fervor y muchos escribieron los actos de piedad, que propusieron hacer en aquellos días. Habíalo aconsejado don Bosco. Magone, escribió sus propósitos que eran los siguientes: <(**Es6.79**))
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