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((**Es6.779**) El Arcipreste había invitado para aquel día a los alumnos de don Bosco, y se prepararon las mesas en la casa parroquial. Aquel sacerdote se mostraba verdaderamente feliz, y nuestros plácemes y acción de gracias con poesías, canciones y piezas de música no tenían fin. A las seis diose comienzo a la comedia en la iglesia, la cual estaba en reparación. Los espectadores fueron muchísimos, pero no más quietos que la vez anterior. Se ejecutaron varios cantos, y se llevó la palma una pantomima muy graciosa titulada El Avaro, que hizo reír hasta reventar al respetable público. -Son ingeniosos los muchachos de don Bosco, iba diciendo luego la gente; en vista de que no podían hacerse comprender con las palabras, lo hicieron con la mímica. ((**It6.1033**)) Terminado el espectáculo, la banda de música salió del teatro y fue a tocar en la plaza, arrastrando detrás a toda la muchedumbre. La luna clarísima iluminaba aquellos llanos y colinas, y los frenéticos aplausos de la gente saludaron un gran globo aerostático con dibujos de varios colores, al verlo elevarse majestuosamente por los aires. Volvimos a nuestro cuartel general y vino don Bosco a augurarnos un feliz descanso, después de darnos algunos avisos para el día siguiente y consejos para el provecho de nuestra alma. Era la última noche que íbamos a dormir en Mirabello. El 17 de octubre, jueves, nuestros cantores quisieron ofrecer una última prueba de su habilidad cantando unas alabadísimas letanías y un magnífico Tantum ergo en la bendición eucarística que se impartió después de la misa. Se anticipó la hora de la comida. Un poeta, en nombre de todos, con acento de tristeza leyó el adiós a la familia Provera, dándole las gracias y deseándole toda suerte de bendiciones de Dios y prometiéndole volver al año siguiente. Después de dar las gracias y saludar al Arcipreste y a los demás amigos, a los acordes de la banda y entre los aplausos y augurios de feliz viaje de todos los lugareños, salimos en dirección a Valenza del Po. A las dos de la tarde entrábamos en la ilustre villa Borgo de San Salvatore. Estaba la calle tan atestada de gente que con dificultad podía avanzar la banda. El arcipreste de San Martín y Vicario Foráneo, don Camilo Boeri, que había salido al encuentro de don Bosco, nos llevó a su casa parroquial, y nos sirvió una ansiada y necesaria merienda. Celebramos después una magnífica función religiosa en su iglesia, muy capaz y elegante por sus formas arquitectónicas y pictóricas. Fuimos luego a la Virgen del Pozo, casi a una milla de (**Es6.779**))
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