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((**Es6.777**) Solía don Bosco anunciar este saludable ejercicio en todas las excursiones. Se diría que imitaba a Job, el cual al término de los ((**It6.1030**)) días de convite mandaba llamar a sus hijos y los purificaba ofreciendo holocaustos. Pues decía: -Quién sabe si mis hijos han hecho algún mal y han disgustado a Dios en sus corazones? Los frailes salieron a recibir a don Bosco, el cual fue en seguida a la sacristía a confesar. Habíanle acompañado algunos hombres y muchachos del pueblo, que querían aprovecharse de aquella piadosa práctica. Como había abundancia de confesores, todos pudieron confesar y comulgar. Don Bosco dijo después a sus alumnos: -íEstoy satisfecho de vosotros! Tuvimos un rato de recreo en el jardín contiguo al claustro, y examinamos la maquinaria para sacar el agua y regar el huerto y el prado. Al sonar las diez, saludamos con un concierto musical a los buenos religiosos, y volvimos al cuartel general, donde nos aguardaba la comida. Don Bosco, que había aceptado la invitación de los Capuchinos, se quedó junto con los clérigos a comer con ellos a su mesa. Acababan de levantarse los manteles, cuando oyeron las trompetas del Oratorio. Los alumnos se encaminaban hacia Lu y los clérigos los siguieron. El párroco de Santa María la Nueva, teólogo Nicolás Roggero, había rogado a don Bosco que fuera allí porque también él deseaba preparar una casa para la educación cristiana de la juventud. Mientras subían la alta colina de Lu, don Bosco contaba a los muchachos que caminaban a su alrededor la historia del lugar y la de los diversos pueblecitos que, uno tras otro, iban apareciendo en la llanura. Una mujer ya vieja que le vio, se paró un instante para preguntar quién era aquel cura, y al enterarse exclamó: -íAhora, si tuviese que morir, moriría contenta, porque he visto a don Bosco! A eso de las dos de la tarde entraba la comitiva en Lu. Habían salido al encuentro el párroco de San Nazario, ((**It6.1031**)) don Juan Bautista Bensi y el de Santiago, don Feliciano Fracchia. La noticia de su llegada, el repique de las campanas y el sonido de las trompas ponían en movimiento a toda la gente, incluso la de los lugares apartados. Don Bosco hizo una breve plática de salutación en Santa María la Nueva. Los alumnos visitaron la amplia cripta con altar y coro para los canónigos. Algunos músicos subieron al campanario para gozar del hermoso panorama y tocar desde allí una sinfonía. Pero el alcalde, poco amigo del clero, los mandó bajar con modales poco corteses, ya que las escaleras en realidad estaban en malas condiciones (**Es6.777**))
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