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((**Es6.77**) Pues bien, la necesidad de poner un dique al creciente aluvión de librejos contrarios a nuestra santa fe y a las buenas costumbres de nuestros pueblos fue vivamente sentida por un piadoso, docto y celoso sacerdote, que fundó con este fin en Turín, hace seis años, la utilísima suscripción a esas Lecturas que, por proponerse el fortalecimiento de los espíritus y los corazones en la verdadera fe y la sana moral, son verdaderamente dignas del glorioso título de Católicas, que llevan. Los números que mensualmente se han publicado hasta ahora, no sólo han cumplido el fin que se proponía la dirección, sino que hasta lo han rebasado. Admiramos, en efecto, su estilo llano, su variedad y amenidad de temas, su forma frecuentemente dialogada, las vidas de santos alternando con materias instructivas y apologéticas, los cuentos que sirven admirablemente para inspirar amor a una virtud y horror a un vicio. Si, finalmente, tenemos además en cuenta su módico precio de suscripción anual por 1,80 liras, habremos de concluir diciendo que, si nada podía ser más oportuno para los tiempos que corren y más ventajoso para los fieles, tampoco podía desearse nada mejor para que las Lecturas Católicas estuvieran al alcance de todos y a la fácil adquisición de todo el mundo. Ya mencioné a V.S. Ilma. esta tan recomendable asociación el año pasado, con ocasión del envío de ((**It6.89**)) una Pastoral sobre la Fe Católica en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y le recomendé que la promoviera entre sus feligreses. Pero ahora, que veo que no cejan los esfuerzos de la impiedad, sino que se hacen cada vez, más osados y abren camino a libros y diarios pésimos, hasta en las aldeas, pienso que faltaría a un sagrado deber, si no volviera a repetir la invitación y recomendar estas Lecturas a su grey con todo celo; persuadido de que siempre, pero especialmente en la estación invernal a la que nos acercamos y en la que las labores del campo cesan o disminuyen, se podrán recoger abundantemente de estas Lecturas los preciosos frutos, que por sí mismas han de producir en el corazón de los que se dediquen a su lectura. Repito muy gustoso esta invitación porque acabo de ver en el número VII de las Lecturas Católicas de este año, que el Eminentísimo Cardenal Vicario, por orden del Sumo Pontífice Reinante, ha enviado en el próximo pasado mayo una circular en la que se leen estas palabras: <>. Por estas palabras que demuestran claramente el aprecio del Sumo Pontífice por las Lecturas Católicas y cuánto le interesa su máxima difusión, creo superfluo añadir nuevas razones para mover a V.S. Ilma. a recomendar con entusiasmo la mencionada publicación. Pero si el especialísimo aprecio que el Santo Padre tiene por las Lecturas Católicas, basta con creces para que yo tenga la seguridad de que éstas, por la cooperación de V.S., serán difundidas más ampliamente en su parroquia, sin embargo, no puedo ni debo dejar de invitarla a vigilar con la mayor solicitud para que no se introduzcan en su pueblo escritos impíos y libertinos y, al mismo tiempo, pedir que se hagan continuas y fervientes oraciones para la extirpación de las herejías y la propagación de la fe católica. ((**It6.90**)) Así pues, con la firme confianza de que, merced a sus cuidados, encontrarán(**Es6.77**))
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