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((**Es6.689**) preguntado qué flores eran las que tenía que cortar, y se apresuró a desandar el camino. -Has de cortar, -le dijeron- la flor de la caridad y la flor de la humildad. -Ya las tengo. -Eso es lo que te dice tu presunción, pero en realidad no las tienes. Y aquel joven se revolvía en un acceso de cólera y daba saltos impulsado por la ira que le dominaba. -No es este el momento más oportuno para enfadarse de esa manera, -le dijo el distribuidor-, negándose resueltamente a entregarle la herramienta que le había pedido. Ante tal actitud, el infeliz se mordía los puños de rabia. Al contemplar semejante espectáculo, aparté la vista de la lente, a través de la cual había contemplado tantas cosas, sintiéndome lleno de emoción por las aplicaciones morales que me había sugerido mi amigo. Quise rogarle aún que me diese algunas explicaciones mas y él añadió: -El campo sembrado de trigo representa a la Iglesia: la mies es el fruto de la cosecha; la hoz es el símbolo de los medios empleados para conseguir dicho fruto, sobre todo la palabra de Dios; la hoz sin punta representa la falta de piedad, y sin filo la carencia de humildad; salirse del campo mientras se siega, quiere decir abandonar el Oratorio o la Pía Sociedad. III La noche del 4 de mayo don Bosco se disponía a finalizar la narración del sueño en el que había visto representados en el primer grupo a los alumnos estudiantes del Oratorio y en el segundo a los que eran llamados al estado eclesiástico. Hemos llegado, pues, al tercer cuadro o visión en la que, en apariciones sucesivas don Bosco vio a todos los que en 1861 dieron su nombre a la Pía Sociedad de San Francisco de Sales; el prodigioso engrandecimiento de la misma y el lento ocaso de los ((**It6.913**)) primeros salesianos a los que habían de seguir los continuadores de la Obra. Don Bosco habló así: Después de haber contemplado a mi placer la escena de la siega, tan rica en detalles, el amable desconocido me dijo. -Ahora dale diez vueltas a la rueda; cuéntalas y después mira a través de la lente. Me puse a hacer lo que me había sido ordenado y, tras haber dado la décima vuelta, me puse a mirar a través del cristal. Y he aquí que vi los mismos jóvenes, a los que recordaba haber contemplado días antes en edad adolescente, convertidos en adultos de aspecto viril; a otros con larga barba o con cabellos blancos. -Pero cómo puede ser esto? Hace apenas unos días aquél era un niño al que casi se le podía tomar en brazos, y hoy es ya tan mayor? El amigo me contestó: -Es natural; cuántas vueltas has dado? -Diez. (**Es6.689**))
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